24 diciembre 2015

Nostradamus, el chanta con más fama del siglo XVI


Por Humberto Acciarressi

Es verdad que la gente no tiene la culpa de lo que la posteridad hace de ella. Los ejemplos sobran. Por eso, quizás, no debamos ser demasiado crueles con Miguel de Nostradamus, aquel matemático, médico y astrólogo francés, que en los primeros años del 1500 sobrevivió a la peste negra que diezmó Europa, y quien en una segunda epidemia recorrió Francia ayudando enfermos con una dieta basada en una píldora mágica para la época, que fundamentalmente era un alto concentrado de vitamina C. Se dice que durante sus contínuos viajes y en consonancia con su gran curiosidad, conoció alquimistas y expertos en la Cábala. Hacia la tercera década del siglo XVI, Nostradamus se casó con una dama sobre cuyo nombre hay controversias y tuvo dos hijos: los tres murieron de peste bubónica.

Hacia 1547 se casó nuevamente, esta vez con Anne Ponsarde Gemelle, una viuda que sabía cómo hacer más dinero que el heredado. Curiosamente, por esa época, este personaje comenzó a interesarse por el ocultismo y se entregó a hacerse publicidad -empujado por su esposa- como alguien que podía conocer los entretelones del futuro. Asi, como una Ludovica Squirru del 1500, empezó a publicar un almanaque anual en donde contaba las cosas que ocurrirían en los meses siguientes. Sus publicaciones tuvieron tanto éxito, que los ricos de entonces llegaban desde todos los rincones de Francia para enterarse de aquello que le deparaba el futuro. Y Nostradamus se llenó de oro y plata con esa corte de ingenuos.

Pero como algunos que consiguen mucho quieren más, Nostradamus, aprovechando su fama escribió unas "Centurias", que no fueron otra cosa que un refrito de los almanaques matizado con una gran cantidad de burradas para crédulos. Los juegos de palabras que utilizó, la mezcla de idiomas, las imágenes alocadas de algunos de sus versos, los anagramas, son considerados en la actualidad como un sello de sus profecías. La verdad es que Nostradamus escribió así su obra para evitar sus enfrentamientos con la Inquisición. No le faltaba razón, si se considera que muchos sostuvieron muy sueltos de cuerpo que este chanta tenía tratos con el demonio. Y que entre sus admiradoras se contó Catalina de Médici.

Nostradamus murió en 1566 y si lo había vaticinado nadie lo sabe. Aunque no hacía falta ser adivino, si se considera que padecía tantas enfermedades juntas que lo realmente milagroso en su vida fue que viviera tanto. Eso a pesar de su carta a Enrique II, en la que le escribió al monarca: "He logrado un estado de tranquilidad y quietud de la mente, requisitos para predecir a través del trípode de bronce". Unos siglos más tarde, alguien encontró aquellos viejos escritos e hizo circular la peregrina idea de que en las "centurias" estaba el futuro de la humanidad. Uno de sus más claros y célebres augurios fue que el fin del mundo estaba fijado para 1999. El resto - y juro que lo he leído- es un conjunto de chantadas al estilo "cuando un día se junten algunas nubes es probable que llueva" o "habrá un terremoto y la tierra se sacudirá". Y que me disculpen los crédulos.

(Esta columna fue publicada en el diario La Razón y también podés leerla acá)