19 diciembre 2015

Alberto Manguel, un inapelable director de la Biblioteca Nacional


Por Humberto Acciarressi

"Los libros entablan conversaciones con los lectores por venir", señaló en una oportunidad. En otra molestó a algunos al precisar que nuestras lenguas son instrumentos muy pobres que apenas nos permiten aludir a ciertas cuestiones, para añadir que "recurrimos a la metáfora porque ayuda a la ambigüedad del lenguaje". Nos referimos a Alberto Manguel, a quien Pablo Avelluto, el ministro de Cultura del nuevo gobierno de Mauricio Macri, acaba de poner al frente de la Biblioteca Nacional. La noticia, vamos a ser justos, ha sorprendido a muchos de quienes se creen los "dueños de los bienes culturales". Manguel no es sólo un autor brillante y reconocido en el mundo entero, sino que es uno de los pocos que viene dejando testimonio desde hace décadas de su amor casi incondicional por los libros. Ya no recuerdo en que texto, este intelectual porteño que fue alumno del Colegio Nacional Buenos Aires e hizo sus primeras armas en la carrera de Filosofía y Letras de la UBA, escribió que las bibliotecas no están hechas de los chismes, las críticas o los endiosamientos de los escritores, muy pocos de los cuales han tenido vidas intachables. No es un mal argumento en tiempos en que cualquier autor es descalificado o quitado del canon de acuerdo a sus ideas.

Ficciones y no ficciones, ensayos y teatro, poesía y traducciones, forman parte de la obra de este autor que vivió su infancia a la deriva itinerante de su padre embajador, y que desde hace años está radicado en Canadá. Trabajador incansable, observador profundo, de deliciosa prosa y con una vastísima cultura, este admirador de Borges - a quien conoció en la antigua librería Pygmalion de Buenos Aires en la década del sesenta- es un asiduo colaborador de los más importantes suplementos literarios del mundo. Precisamente una defensa de Adolfo Bioy Casares aparecida en El País de Montevideo, lo enfrentó a la polémica María Kodama. Hay que agregar que Manguel no sólo es -como lo demuestra su selecta biblioteca de cincuenta mil ejemplares- un defensor del libro, sino que es un consumado admirador del lector, cuyo poder ha definido como "aterrador e inapelable". "No nos enternecen ni las súplicas de los críticos ni las lágrimas de los lectores que nos han precedido. Implacables, a través de los siglos, juzgamos y volvemos a juzgar a los libros que ya se creían a salvo", escribió.

Hablar de la obra de Manguel demandaría muchas más líneas que las de esta columna, pero basta recordar que en el prólogo de la edición italiana de su "Guía de lugares imaginarios" -escrito en colaboración con Gianni Guadalupi- Italo Calvino sentenció: "Es uno de los libros esenciales de la civilización". Tampoco se pueden dejar de mencionar su monumental ensayo "Una historia de la lectura" o "Una historia natural de la curiosidad", obras que no deberían faltar en ninguna biblioteca. Manguel se enteró de su nombramiento en el exterior y, según se anunció, se hará cargo de la Biblioteca Nacional dentro de unos meses, luego de concluir cosas pendientes. Ya había informado que abriría la Feria del Libro del año entrante. De lo señalado por el flamante ministro Avelluto compartimos cuando dice que Manguel "es uno de los intelectuales argentinos con mayor reconocimiento en el exterior y una de las personas que más sabe en el mundo sobre bibliotecas", para añadir que "tiene dos virtudes que rara vez se encuentra en la misma persona: es un eximio escritor y, al mismo tiempo, un gestor cultural experto en el campo de la bibliotecología". El lugar que ocuparon Groussac y Borges no podría estar en mejores manos, agregamos nosotros.

(Esta columna fue publicada en el diario La Razón y también podés leerla acá)


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