02 noviembre 2015

Un estudio esconde uno de los secretos de Rapsodia Bohemia


Por Humberto Acciarressi

La leyenda cuenta que a mediados de la década del setenta, en su casa londinense, Freddie Mercury se hallaba en compañía de su amigo y productor Roy Baker. En un momento, el frontman de Queen se sentó en el piano, tocó una melodía, y cuando la concluyó dijo: "Y acá comienza la parte operística. Ahora vamos a comer algo". Con esa introducción y el trabajo posterior, entre el primero y el 24 de agosto de 1975 fue grabada "Rapsodia bohemia", considerada una de las más complejas en materia de música popular, además de ser el "simple" más caro de la historia. El 31 de octubre de 1975, el tema fue editado en sencillo con “I´m in Love with My Car”, escrito por Roger Taylor, en el lado B. El 21 de noviembre del mismo año formaba parte de las doce canciones del cuarto álbum de la banda, "Una noche en la ópera", así titulado en homenaje a la película de los hermanos Marx.

En una oportunidad, en charla con Marcelo Arce, el musicólogo me manifestó lo que él entiende por clásico: "Es aquello que es ejemplar y que resiste la prueba del tiempo, como sucede con `Rapsodia Bohemia`". Le reconocí, naturalmente, que con la canción de Queen se dan las dos condiciones y que no es casual que, en ese marco, sea uno de los tres discos simples más vendidos y reversionados de la historia, a pesar de sus cinco minutos y pico, que hizo que muchos le auguraran a la banda que no tendría éxito por ser demasiado largo. Con su estructura de ópera y su sonido rock, más la voz impar de Mercury, es un tema perfecto desde cualquier punto de vista. Ya en un plano más personal, suelo desconfiar de aquellos que no se emocionan con "Rapsodia bohemia".

Hace unos años, un estudio inglés causó una gran sorpresa. El tema que Queen nunca dejó de tocar en un concierto es el único que miles de consultados pusieron por arriba del sexo. En esa ocasión no pude evitar escribir algo sobre el trabajo que establecía la relación entre la música, el amor y la seducción. En él fueron elegidos la banda sonora de "Dirty Dancing", seguida por "Sexual Healing" de Marvin Gaye, el "Bolero" de Ravel, "Take My Breath Away" de Berlin y "Anything From his Collection" de Barry White. Entonces señalé que no es lo mismo tener relaciones sexuales escuchando "Je t’aime" de Serge Gainsbourg (novena en la lista) que los bronces a todo trapo de la Obertura de "1812" de Tchaiskovsky (en el puesto catorce). Aunque no lo creas, miles eligieron para tener sexo la banda sonora de "La guerra de las galaxias" y de milagro no figuró la de "Rocky". La rapsodia de Queen quedó fuera de categoría, al estar por arriba del acto sexual. Lo cual, en ciertas ocasiones, empuja a que uno se vea obligado a esconder ese disco.

(Esta columna fue publicada en el diario La Razón y también podés leerla acá)