09 junio 2015

Peter Sellers, un actor genial, extraño y supersticioso


Por Humberto Acciarressi

Fue un británico de apariencia gris y mirada solemne, con el aspecto anodino de un corredor de bolsa. Sus biografías y quienes lo conocieron afirman, además, que fue un tipo bastante extraño, raro, un melancólico que saltaba de la tristeza a la alegría casi sin proponérselo. Aunque por sobre todas las cosas, Peter Sellers fue un actor brillante, un clásico que a 35 años de su muerte aún puede verse sin problema alguno de anacronismo. Esto vale para el indio despistado de "La fiesta inolvidable", el torpe inspector Clousseau de "La Pantera Rosa", el monumental y perverso Quilty de "Lolita", el doctor Fassbender en "¿Qué pasa, Pussycat?" (film en el que debutó Woody Allen), sus papeles en "El quinteto de la muerte" y en "Dr.Insólito", su rol de Chuancey en "Desde el jardín", la película inspirada en el libro de Jerzy Kosinski (quien se quitó la vida ahogándose con una bolsa de plástico) que casi le vale un Oscar a Sellers, que lo perdió a manos de Dustin Hoffman con "Kramer vs. Kramer".

Hay que decir, además, que el comediante era un descreído del mundo. Actor teatral, en una oportunidad se sentó en el escenario y estuvo toda la obra escuchando discos en un fonógrafo. Cuando la gente lo aplaudió a rabiar, Sellers llegó a la conclusión que se encontraba frente a un grupo de deficientes mentales. Pocos saben que se inició en la actuación contando chistes a los aviadores que iban a la muerte durante la Segunda Guerra Mundial, tras la cual ingresó a la BBC y luego al cine. En los últimos años de su vida sostenía que no era un actor sino "un medium", y que podía ver el futuro. Frecuentó el cristianismo, el budismo, el yoga y los curanderos filipinos, pero su verdadera creencia era la superstición. Evitaba el color verde, no dejaba las llaves sobre la mesa, y si se ponía una media al revés la mantenía así todo el día. Tenía una terquedad que, en el tema de las supersticiones, se semejaba al detective Clousseau, de quien decía: "Es un policía tan dedicado que pese a sus infortunios no se da cuenta de que es un idiota".

Otro capítulo importante de su vida fueron las mujeres: las deseaba intensamente y después de un tiempo perdía totalmente el interés. Esposas o amantes, pasaron por la cama de Sellers -entre otras- la condesa sueca Titi Wachtmelster, la aristócrata Miranda Quarry, Liza Minelli y Mía Farrow. Ingería decenas de pastillas afrodisíacas que lo llevaron de cabeza al primer ataque al corazón, cuando estuvo muerto siete veces sobre la camilla, lo que llevó a límites insospechados su creencia en lo sobrenatural. Nunca se cuidó y su frase preferida era "Hay que vivir antes de morir, ya que de lo contrario se muere antes de vivir". El último papel del actor inglés fue en "El diabólico doctor Fu Manchú", cuyo estreno no llegó a ver. Después de un segundo ataque al corazón, los médicos le habían aconsejado reposo. No hizo caso. Lo mató el tercero, en 1980, cuando tenía apenas 54 años. Lo último que dijo fue "Volveré" y lo hizo mirando fijo a su cuarta esposa, Lenny Frederick. Vale aclarar que Sellers creía en la reencarnación.

(Esta columna fue publicada en el diario La Razón y también podés leerla acá)