20 junio 2015

Nathán Pinzón, el Peter Lorre del cine argentino


Por Humberto Acciarressi

La vida de un hombre hace gambitos misteriosos. En las revueltas que precedieron a la Revolución Rusa, un hombre es alcanzado por un tiro de la policía del Zar en las mismas escalinatas que más tarde se verán en la célebre escena de la película "El acorazado Potemkin", de Einsenstein. El hombre se salva, huye y termina en Chile. Un día ve la foto de una chica argentina y le dice a sus amigos: "Me voy a casar con ella". El hombre herido en la lejana Rusia cruza la codillera de los Andes, busca a la piba, la encuentra, se pone de novio con ella, se casa a la semana, y vive un romance de cincuenta años del que dejan testimonio cuatro hijos. Al tercero de ellos, nacido el 27 de febrero de 1917, lo anotan en el Registro Civil con el nombre de Natalio Garfinkel. La madre, oriunda de las colonias judías de Entre Ríos, no puede negar lo que observa: el bebé es horrible, con la cara regordeta, un ojo desviado y la nariz torcida.

El chico, sin embargo, iba a estar dotado de un talento del que dio cuenta desde muy temprano. En casi 140 películas y un número incalculable de obras de teatro y televisión, ya con el nombre artístico de Nathán Pinzón, se convirtió en el rostro del terror del cine argentino. Para eso contribuyeron sus protagónicos en "El vampiro negro", "Apenas un delincuente", "El conde de Montecristo", "El misterio del cuarto amarillo", "La bestia debe morir" y muchos otros títulos de antología. Años más tarde Pinzón decía: "El vampiro negro fue mi mayor éxito y mi mayor desgracia. Hace años que quiero demostrar que soy un actor y no un vampiro. Cada vez que me llaman para hacer una película o un ciclo de televisión, siempre pregunto: ´¿a quién tengo que matar?´". Pero él ya lo sabía de antemano. Por eso decía: "Como mi físico no me permitía que me amaran, elegí la otra vertiente, que mis personajes fueran odiados con toda intensidad".

Hay que recordar otras cosas de Pinzón. Sus trabajos en teatro, sus intervenciones ochentistas en películas de Solanas, Agresti y Sorín; su amistad con Alfonsina Storni; su ciclo televisivo "Viaje a lo inesperado"; sus problemas con el peronismo que lo llevaron al exilio y a la venta ambulante para comer. A fines de la década del 80 realizó en Puerto Rico sus "Historias que el diablo me contó" y fue odiado en América latina por protagonizar a un libidinoso que perseguía a Grecia Colmenares en "María de Nadie". Eran tan terribles sus personajes, que nunca fue besado en la pantalla. "Cuando intentaba hacerlo me pegaban. Aún recuerdo los cachetazos de Olga Zubarry y de Mirtha Legrand. Tanta mala suerte tuve que ni siquiera en las escenas de violación pude dar un besito", contaba.

Pero fuera de los escenarios, Pinzón era bonachón, coleccionista de soldaditos de plomo, amante esposo de la actriz Alicia del Río, hincha de River, incapaz de hacerle daño a nadie. Uno de sus últimos trabajos en televisión fue el de Nathanás, en el "Boro Boro" de Pipo Cipolatti. Al advertir que la generación del rock lo trataba con respeto y afecto, el actor arriesgaba una teoría: "Creo que les resulto mágico". Muchos jóvenes no habían visto sus películas de monstruos y criminales. "La verdad es que me odiaron mucho, pero no me puedo quejar", decía poco antes de morir de un ataque al corazón a las 23.35 del domingo 15 de agosto de 1993. Era un lindo tipo el hombre más feo del cine argentino.

(Esta columna fue publicada en el diario La Razón y también podés leerla acá)