29 junio 2015

El drama de Violeta Parra, "dulce vecina de la madreselva"


Por Humberto Acciarressi

Los dolores del alma no dejan alternativas. O se convive con ellos o se los elude con golpes desesperados. En el Chile actual, su nombre es sinónimo de cultura popular, pero en vida la ignoraron con artilugios y sin ellos. Nacida en una casa del sur chileno que acaba de venderse y que tiene unos 130 años, en sus padres se dio la combinación que más tarde marcaría su arte. Fue hija de una campesina que dejó el canto para criar doce hijos y de un profesor de música llamado Nicanor Parra, que le transfirió el nombre al célebre poeta de los "antipoemas". La vida de Violeta Parra fue de una melancolía casi vejatoria. A los doce años compuso sus primeros temas, grabó cosillas con su hermana Hilda y se fue a Santiago a cantar para carteristas, prostitutas y desempleados en bares de mala muerte.

A los veinte años, Violeta se casó con un ferroviario que la enamoró tocando la campana de una locomotora. Tuvo dos hijos, Isabel y Angel; se afilió al partido Comunista y se alejó defraudada por los "camaradas"; se separó y se volvió a casar; y volvió a tener otros dos chicos, Carmen y Rosa (la muerte de ésta le causó un remordimiento atroz, ya que ella estaba de gira). Alfonso Alcalde escribió: "Ella y la guitarra era una sola cosa nomás. Y cuando se separaban, las dos andaban tristes como si estuvieran enfermas". Nada de eso le sirvió. Buscó desesperadamente por el mundo un reconocimiento que jamás consiguió. Se levantaba a las madrugadas, encendía un fueguito y componía bellas canciones que no le servían para nada. El amor le era esquivo como el público de su país y del extranjero.

En 1960 conoció al trovador suizo Gilbert Gavre y se enamoró perdidamente, como suele ser todo enamoramiento. El combinó con ella el buen trato y la distancia más angustiante. A veces poniendo el océano en el medio. Cuando el cantor la dejó para siempre, Violeta compuso una de sus más bellas canciones, "Run Run se fue pal´ Norte". Quienes la conocieron afirman que jamás tuvo un golpe más grande, para colmo de quien consideraba el amor de su existencia. Se quedó sin ganas de darle "Gracias a la vida" e intentó dos veces quitarse la vida, con barbitúricos y mutilándose los brazos. La salvaron. Por entonces le escribió a un amigo: "Algo ha sucedido en mi alma que yo misma no lo comprendo. Se ha secado mi corazón y esto me ha recluido en una frialdad salvaje y terrible que me da miedo".

Hacia mediados de la década del 60 del siglo XX, mientras la psicodelia se adueñaba del arte y la música se volvía planetaria, Violeta se encerró en una carpa de circo en la comuna de La Reina, donde hacía empanadas, servía vino, se codeaba con el público de la zona, cantaba cosas suyas a veces para menos de una decena de personas y se manifestaba como "esa dulce vecina de la madreselva / huésped eterna del abril florido", celebrada más tarde por su hermano Nicanor. Pero hasta ese emprendimiento comunal le salió mal. Lo único que sentía que hacía bien eran sus canciones, pero nadie se las reconocía. Cansada de la soledad y el mal de amores, el 5 de febrero de 1967 confirmó el adagio que indica que "la tercera es la vencida". La encontraron tirada en su cama, con un revolver en la mano y esparcidos a su alrededor las cuartillas de su obra póstuma, la sinfonía "El circo". Así, muy sintéticamente, fue el drama de la "viola chilensis".

(Esta columna fue publicada en el diario La Razón y también podés leerla acá)

Dos pilotos y Vicky Xipolitakis, al borde de un Cromañón aéreo


Por Humberto Acciarressi

"¡Despegué el avión! Se fue para arriba, lo despegué yo. La gente no lo supo". La frase, como ya sabés, le pertenece a la mediática Vicky Xipolitakis, y la dijo con alegría a un medio radial cuando aún el caso no se había convertido en escándalo. Y ese entusiasmo lo manifestó en un tweet de agradecimiento a Mariano Recalde y a Aerolíneas Argentinas, ambos "arrobados" por esta chica amiga de las luminarias. La misma que hace un tiempo viajó a Nueva York para "ser fotografiada por Playboy" (cosa que la revista negó), que fue repudiada por sus vecinos en una de las Torres Le Parc, que fingió no darse cuenta en un desfile cuya pasarela caminó con los pechos al aire, que en el partido mundialista Argentina-Bosnia se mostró voluptuosa con un cartel "No a las papeleras" al confundir el país con la empresa contaminante Botnia-UPM y varias bizarradas más. Pero ahora, como decimos en el barrio, se pasó de mambo.

Cuando Andy Warhol enunció su famoso vaticinio ( “En el futuro, todos serán famosos mundialmente por 15 minutos”) no sospechaba que el mismo se cumpliría con más certeza que los de Nostradamus y todos los falsos profetas que inundaron el planeta con sus apocalipsis futuros. Ya hemos escrito miles de líneas sobre esta enfermedad social que va desde un Marc Chapman asesinando a Lennon para "compartir" su fama, hasta un amateur que sube estupideces en You Tube con la ilusión de sumar seguidores. La Argentina no está librada de estos hombres y mujeres de todas las edades que, a juzgar por lo que vemos, tienen más suerte que en otras latitudes. Entre ellas está la "Griega". Y ahora se han sumado dos más: Patricio Zocchi Molina y Federico Matías Soaje, los dos pilotos del avión Embraer 190 (con librea de Austral, controlada por Aerolíneas Argentinas), que el martes a las 18.30 partió desde el Aeroparque Metropolitano rumbo a Rosario con la denominación AU2708.

¿Se puede agregar algo a lo que ya viste en el video que se viralizó en las redes sociales y los canales de televisión? El asunto, que ya está en la Justicia y que le costó el trabajo a los dos pilotos y la prohibición de volar por cinco años en la aerolínea de bandera a la mediática, es que los pasajeros que viajaban a la ciudad santafesina ignoraban que quien aceleró el avión en la pista y levantó vuelo, fue nada menos que Vicky Xipolitakis, con la anuencia de dos pilotos onanistas, que hasta le encendieron las luces de la cabina para que filmara mejor, lo cual -según los especialistas- pudo ser mortal por la hora del despegue y la oscuridad de la tarde-noche. Cuando la griega dijo "la gente no lo supo" no sólo subrayó una complicidad manifiesta, sino que además dijo una verdad de Perogrullo. A ninguna de las víctimas potenciales de este Cromañón aéreo se le podía pasar por la cabeza un despropósito de tal magnitud.

No sólo se violaron todos los protocolos de seguridad aérea, varias leyes federales y hasta el sentido común, sino que indigna ver a los dos pilotos babosos (uno de los cuales, se cuenta, fue padre hace diez días) casi invitando a pasar la noche rosarina con la mediática, ante las risitas histéricas de la mujer. Hasta uno de ellos le dice, en la antítesis de Casanova, "Vicky, este avión es un poco tuyo, porque lo pagamos todos con los impuestos". Si no fuera trágico, sería cómico, si se me permite la obviedad. Uno de los pilotos poniéndole el cinturón, preguntándole si el anillo que tiene es de casada, riéndose y haciendo la señal de silencio cuando se oye la voz de una controladora aérea, o expresándole a Vicky "se te ve muy bien toda apretadita", es demasiado patético. Para qué seguir. En esa cabina sólo faltaba champagne y música, porque irresponsabilidad sobraba.

(Esta columna fue publicada en el diario La Razón y también podés leerla acá)

26 junio 2015

Berlin Express, 1948


The Wall


Edmundo Rivero, el corazón al sur


Por Humberto Acciarressi

Unos días atrás escribíamos sobre Carlos Gardel, de cuya trágica muerte en Medellín se cumplen 80 años. La cantidad de actos, recitales, nuevas grabaciones, testimonios y artículos como el mío -apenas uno entre tantos-, me hizo meditar ¿Y si hablamos de otro gran cantor de tangos? A Gardel, el padre de todos ellos, no le parecería mal con su proverbial generosidad, una de las pocas cosas totalmente segura -como su nacimiento en Francia y su muerte en Medellín- y de la que nadie duda. Sea por gustos o por esas arbitrariedades del calendario -siempre trato de evitar las efemérides-, pensé en Edmundo Rivero, nacido en junio de 1911 y muerto en enero de 1986. En verdad hace rato que se escribe poco sobre este artista que comenzó su carrera en 1937 en la orquesta de los hermanos De Caro y al que nunca nada le resultó fácil.

Si de joven fue un obstinado del estudio, ya adulto, para no arruinar su voz, largó sus vicios del cigarrillo y el alcohol. Es decir, fue un tipo responsable cuando interpretaba música clásica española en el Teatro Casino, y cuando convertido en una de las voces del tango ("el más difícil para cantar y el más complejo para estudiar", decía) ya era un clásico para las nuevas generaciones. En rigor, Rivero hizo con su guitarra y su voz música del pentagrama clásico y folclórico hasta 1944, cuando se integró como solista en la orquesta de Horacio Salgán. Y de allí, en 1947, saltó a la celebridad cuando se incorporó a la orquesta de Aníbal Troilo. Mientras con Salgán llegó al disco casi dos décadas más tarde, con "Pichuco" grabó el primer tema -nada menos que "Yira Yira", de Discépolo- el 29 de abril de 1947. Ya desde entonces la voz del cantor, sus tonos bajos y graves, se fundieron con el bandoneón celestial de Troilo.

Años más tarde, como solista, llevó el tango a todo el mundo, fue celebrado en Nueva York y Madrid. Su amor a la Argentina y en especial a Buenos Aires, lo llevó de lo general a lo particular, y después de tantas giras internacionales abrió "El Viejo Almacén", en Balcarce e Independencia, un reducto para que el tango se sintiera a sus anchas. Cantó todo lo que puede cantar un intérprete del tango y la milonga, desde los clásicos de comienzos del siglo XX hasta los poemas de Borges musicalizados por Piazzolla. A diferencia de otros cantores, los músicos del rock y del tango contemporáneo tienen una particular unión espiritual con la música de "El feo", tal uno de los adjetivos con los que se lo conocía. Odiaba como pocos los homenajes, pero no está para quejarse de los que se le hacen cada tanto. Su música sí, porque es imperecedera, como su duende, su voz tan especial y su simpatía.

(Esta columna fue publicada en el diario La Razón y también podés leerla acá)

ANIBAL TROILO Y EDMUNDO RIVERO

Lo singular y atemporal en la obra de Boris Vian


Por Humberto Acciarressi

La vida, y su inevitable consecuencia, la muerte, disponen a su antojo. Un autor se encuentra feliz rodeado de admiradores y cae muerto cuando menos se lo espera. Podría hacerse un cuento con esa anécdota. En la realidad no ficcionalizada, ese hombre se dispone a ver la adaptación de una de sus novelas, "Escupiré sobre sus tumbas", en una función privada, cuando se siente mal. A los pocos minutos de aquel 23 de junio de 1959, Boris Vian se desploma para siempre con un ataque al corazón. En cierto sentido ya era una leyenda, pero con eso la redondeaba, como dirían sus amigos existencialistas. Esa curiosa trayectoria - conformada por sus múltiples actividades como novelista, poeta, actor, músico- recaba muchos más datos y notas interesantes que las que suelen entrar en una vida de apenas 39 años, que fue el tiempo que anduvo haciendo de las suyas por este mundo.

De su vida turbulenta pueden señalarse algunos episodios, varios dolorosos. Siendo chico tuvo tifus y fiebre reumática, arrastró siempre problemas del corazón; se recibió de ingeniero; se apasionó por la música y el jazz (y fue un gran ejecutante); fue cantautor; se casó, se divorció y se volvió a casar; firmó su primer poema con el seudónimo de Bison Ravi; unos ladrones entraron a su casa y asesinaron a su padre; comenzó a escribir novelas; se hizo amigo de personajes como Raymond Queneau y Jean Rostand; frecuentó a los grandes del jazz, y la picazón de la actuación se le incrementó con el correr del tiempo. De todas maneras, hay que precisar que el nombre Vian siempre estuvo asociado, fundamentalmente, a la literatura y a la música. Y llegó a tener una treintena de heterónimos y no precisamente por vergüenza.

En una ocasión, conversando con su amigo Jean d’Halluin (que por entonces esperaba la oportunidad de convertirse en un editor exitoso), le prometió que en quince días le escribiría un libro que le iba a reportar grandes ganancias. Pasadas esas dos semanas, le entregó el manuscrito de "Escupiré sobre sus tumbas", la novela de la que hablamos al comienzo. Este libro fue, efectivamente, un best seller. Sin embargo nadie, salvo algunos iniciados, supo que era de él. Boris lo firmó con el seudónimo de Vernon Sullivan, un presunto escritor norteamericano, que, al estilo de Salinger mucho tiempo más tarde, no sólo era reacio a conceder entrevistas y dejarse sacar fotos, sino además de viajar a Francia. El "traductor" de la novela sí era "Vian", a secas, sin el Boris.

Este singularísimo escritor también dio a la imprenta "El arrancacorazones", "El otoño en Pekin", "La hierba roja". Y varias obras teatrales, así como otras que luego fueron adaptadas, como la inquietante tragedia burlesca "Los constructores del imperio". En el medio actuó en algunas películas y escribió cuentos para "Les Temps Modernes" invitado por Sartre. Sobre esto podemos recordar algo: Jean-Paul, que sabía de jazz lo mismo que Jacobo Winograd de física nuclear, le pidió a Vian que lo llevara a recorrer cabarets en dónde se tocara la música sincopada, generalmente en sótanos de los que Boris era un habitué. Sartre quedó tan indignado con el jazz, que a partir de allí dejó de encargarle artículos a Vian. De ese "episodio Sartre-Jazz"quedó testimonio semiautobiográfico y satírico en "La espuma de los días". Por suerte no tuvo problemas en "Combat", dirigido por Albert Camus, donde ejerció la crítica de jazz. Y por supuesto fue un predicador de la Patafísica postulada por Alfred Jarry y de todo lo que significa "la ciencia de las soluciones imaginarias". En verdad, casi no hubo cosa que no hiciera con entusiasmo. E hizo mucho, aunque en el breve lapso de 39 años.

(Esta columna fue publicada en el diario La Razón y también podés leerla acá)



24 junio 2015

Laura Antonelli, mucho más que un símbolo sexy


Por Humberto Acciarressi

Laura Antonelli, nacida Laura Antonaz hace 73 años en Pola, Italia (en un territorio que hoy pertenece a Croacia), fue encontrada muerta en su domicilio de Ladispoli, en donde vivía casi recluída desde comienzos de los años 90 -sólo salía para filmar alguna película o para hacer algún viaje-, debido a la depresión causada por sus líos legales que se desataron cuando fueron hallados en su casa unos gramos de cocaína. Finalmente fue absuelta, pero el karma la acompañó hasta sus últimos días. Si mal no recuerdo, casi llegando al año 2000 anduvo por la Argentina, y se sentó a la mesa de Mirtha Legrand. Ya por entonces manifestaba que no le interesaba su pasado de diva, que se encontraba en lucha contra la Italia de Berlusconi y su corrupción, y que ya no le importaba el mundo del cine, desde que unos productores la obligaron a realizarse una cirugía estética que casi la mata y deformó su hermosa, bellísima cara.

Después de su debut en 1965 en la olvidada "Las de 16", de Luigi Petrini, Antonelli se fue convirtiendo con el tiempo en una actriz de referencia. Cuando ya pasaba la era de oro (en materia de belleza juvenil, naturalmente, de Sofía Loren, y aún no era la época de Ornella Muti) Laura se instaló como la diosa sexy. No era para menos: fue una de las bellezas más sugestivas del cine europeo de aquellos años y seguramente será tenida en cuenta en futuras antologías en la materia. Pero además fue una gran actriz, que no sólo estuvo en el corazón de la llamada "commedia all´italiana" -en films de Dino Risi, Luigi Zampa, Luigi Comencini o Lucio Fulci-, sino que alcanzó momentos de gran intensidad dramática con directores como Luchino Visconti (en su última película, "El inocente", con Giancarlo Giannini) o Ettore Scola ("Pasión de amor"). Era obvio que varias películas, como por ejemplo "Malizia", de Salvatore Samperi, explotaran su belleza y sensualidad.

Premiada un par de veces por el máximo galardón del cine italiano, el David de Donatello, Laura Antonelli trabajó con grandes como Vittorio Gassman, Marcello Mastroianni, Turi Ferro, Alberto Sordi, y naturalmente con su pareja durante años, Jean-Paul Belmondo, quien acaba de manifestarse "profundamente triste". Uno de sus amigos, el actor Lino Banfi, dice que la actriz no miraba televisión desde hace treinta años -ni siquiera las tiras en las que participaba ocasionalmente-, y sólo escuchaba Radio María, una emisora religiosa. Causa tristeza saber por los cables que la persona que alegró la vida de tantos millones de espectadores murió, de acuerdo a sus allegados, agobiada, frágil, con rastros de aquella mala cirugía y en la pobreza.

(Esta columna fue publicada en el diario La Razón y también podés leerla acá)


Chaplin, lujo para los ojos


Los músicos de la orquesta del Titanic


Primera foto de Machu Picchu luego de su hallazgo en 1911


Kurt Cobain, arrestado por pintar "God is gay"


Michael Jackson y Michael Jordan bailan juntos


Comprobado: los japoneses no duermen de noche


Algunos puntos de la Guía de la Buena Esposa (¿?)





Documento de Marilyn, con el apellido de su esposo DiMaggio, 1954


Un curioso invento para fumar bajo la lluvia


Fotos que matan


Los anteojos de John Lennon después del crimen


Gary Cooper y Fay Wray en The Legion of the Condemned, 1928



Traslado de un edificio en Rumania, 1987


Computadora analógica, 1968


22 junio 2015

Cámpora, el presidente que duró 49 días y nunca gobernó

CAMPORA Y SU SERVILISMO POR PERON
Por Humberto Acciarressi

La pomposamente autodenomida Revolución Argentina (inaugurada con el golpe militar contra el gobierno constitucional de Arturo Illia en 1966) ya había pasado por el delirante afán de eternidad del general Juan Carlos Onganía, el nacionalismo trasnochado de su par Roberto Marcelo Levingston y el pseudo progresismo aperturista de Alejandro Agustín Lanusse. El 11 de marzo de 1973, los argentinos volvieron a las urnas y -proscripto Juan Domingo Perón- llegó a la presidencia el odontólogo y viejo militante peronista Héctor José Cámpora, con 5.907.464 votos, lo que hizo un porcentaje de 49,56%, contra el 21,29% de Ricardo Balbín, el candidato de la Unión Cívica Radical. El "relato" de aquella presidencia pone en las nubes de la política al viejo militante de San Andrés de Giles, pero la verdad es otra. Ya lo decía Lenín en los primeros tiempos de la Revolución Rusa: "Los hechos son testarudos".

Desde que conoció a Perón en la década del 40, Cámpora ejercitó una lealtad cercana al servilismo, que ni siquiera se inmutó cuando en 1953, al iniciarse el nuevo período de sesiones del Congreso Nacional y se enteró que no sería elegido al frente de la Cámara de Diputados, le pidió al jefe que hiciera algo. Perón ni siquiera escuchó lo que ya sabía y lo mandó a recorrer 17 países. Así pasaron los años, y en 1971 el General se acordó de él y lo nombró su delegado en la Argentina en reemplazo de Jorge Daniel Paladino. Durante dos años fue de suma utilidad, pero mil ojos lo escrutaban por orden del mismo Perón. Y Cámpora contento como un perro con dos colas. Cuando llegó la hora de formalizar un binomio presidencial, Perón dudó entre Taiana y Cámpora. Pero desde Puerta de Hierro resolvió por el segundo, ya que el primero era consuegro de Julio Rodolfo Alsogaray, uno de los militares que destituyeron a Illia.

Ya electo presidente, Cámpora "nombró" entre los miembros de su gabinete a Juan Carlos Puig como canciller, el propio Jorge Taiana en Cultura y Educación, Angel Robledo en Defensa, Antonio Benítez en Justicia y al futuro fundador de la Triple A, José López Rega, en Bienestar Social. Para colmo, a menos de un mes de su asunción el 25 de mayo de 1973, se produjo la matanza de Ezeiza. "El Tío", como se lo denominaba, se sentaba en el Sillón de Rivadavia pero no mandaba. El 4 de julio, en la ya histórica casa de Gaspar Campos en Vicente López, Isabel Perón le gritó al "presidente de la Nación": "Doctor, no estamos dispuestos a tolerar más disturbios". Cámpora, mansamente, le respondió que ofrecía su renuncia a la presidencia. Y nada menos que López Rega lo "tranquilizó": "Bueno, ahora nos vamos entendiendo mejor, Cámpora". Raúl Lastiri se hizo cargo provisoriamente del Poder Ejecutivo y convocó a las elecciones que devolvieron a la presidencia a un agonizante Juan Domingo Perón, acompañado en la fórmula por su tercera esposa, Isabel Martínez de Perón. Rucci, uno de quienes conspiró contra Cámpora, horas antes de ser asesinado alcanzó a decir que si Perón ponía "una escoba de vice", él la votaba.

Los días que Héctor Cámpora estuvo en el gobierno apenas sumaron 49 y los que gobernó, ninguno. La teoría del cerco a Perón es falsa, la del entorno a Cámpora es verdadera. La derecha y la izquierda del peronismo lo utilizaron como jamón del sandwich. Y él aceptó con una mansedumbre indigna. Estaba en su personalidad. El 25 de mayo, cuando el general Lanusse le puso la banda presidencial y le dió el bastón de mando, el odontólogo -días más tarde- quiso dárselos a Perón. Más aún: cuando la multitud festejaba en la Plaza de Mayo e insultaba a los militares, Cámpora -reverencialmente- le encendió un cigarrillo al dictador y permitió que cuando éste se marchaba de la Rosada le ordenara el "descanso" a los Granaderos.

A tres años de su breve paso por el Poder Ejecutivo, cuando ya había muerto Perón, se había fugado López Rega y el golpe al gobierno de Isabelita abría las puertas a la más feroz dictadura que se recuerde, Cámpora estaba en su casa en San Andrés de Giles. Raúl Gustavo Trombetta, el Lali, era un sodero amigo del "Tío Camporita". Enterado del golpe le volvió a decir: "Doctor, tiene que volverse a México" (donde había sido embajador y en cuya embajada estuvo asilado). Cámpora respondió de una manera que parece pintar su vida: "¿Por qué? Si yo no hice nada".

(Esta columna fue publicada en el diario La Razón y también podés leerla acá)

CAMPORA, PERON Y LOPEZ REGA, FUNDADOR DE LA ORGANIZACION TERRORISTA DE EXTREMA DERECHA TRIPLE A, Y MINISTRO DEL PRIMERO

UNA VEZ UTILIZADO, PERON, SU MUJER Y LOPEZ REGA SE SACARON DE ENCIMA A CAMPORA

21 junio 2015

Fight Club


Pulp Fiction


Jacques Clouseau, presente


Tarantino y Harvey Keitel en el set de Reservoir Dogs


Autitos chocadores abandonados en Chernobyl




#CHERNOBYL

Pablo Picasso besa a su hija Paloma, 1953


Hurly-Burly Extravaganza and Refined Vaudeville



El camarero


Sacramento, 1962



Gerald Ford, luego presidente de EE.UU., en Cosmopolitan, abril de 1942