09 abril 2015

El extraño caso de la poseída por el Juego de la Copa


Por Humberto Acciarressi

Días atrás, en esta misma columna, nos ocupábamos de los "fantasmas" de la Escuela "Comisario General Juan Angel Pirker" de la Policía Federal y la necesidad de enviar urgente un cazafantasmas para erradicar el brote paranormal que alli se vive. Todavía no solucionaron ese problema tan importante, cuando desde la provincia de San Luis nos llega la noticia de una poseída que sufrió un brote luego de participar en el Juego de la Copa. En la ciudad de Villa Mercedes, lugar en donde se manifestó el poder sobrenatural de esta Linda Blair vernácula, se informó que la chica de unos 18 años es pequeña de cuerpo y contextura menuda, y que fue precisamente eso lo que hizo más notorio que varios enfermeros y médicos no pudieran contenerla.

Por suerte para la joven, no había nadie dotado de una estaca o una bala de plata, ya que ahora estaríamos lamentando una tragedia. No quiero decir no lo sea que una chica normal comience a hablar en lenguas, con voz masculina y otras manifestaciones que, al parecer, no incluyeron una cabeza giratoria o vómitos verdes. Pero todo parece haber sido menos grave que un balazo de plata en el corazón de una joven adolescente. Y que para colmo de males revoleó por los aires a varias personas aterradas que sentían estar participando en una película clase B norteamericana. Recién en el hospital, la chica fue sometida a un remedio bastante casero: una pichicata con una buena dosis de sedante y chau pichi. A dormir el sueño de los desposeídos.

Pero la historia no terminó tan sencillamente. Mientras la chica disfrutaba de una dulce sedación, los médicos y enfermeros que retornaban en la ambulancia comenzaron a sentir ruidos muy extraños en la parte de atrás del vehículo. Pararon el móvil, abrieron la puerta trasera y encontraron un tremendo desorden, incluyendo la camilla desencastrada de su lugar, algo imposible sin la intervención humana. Ya en el colmo del paroxismo, los paramédicos y el chofer optaron por hacer lo que haría cualquier entusiasta del cine: llamaron a un sacerdote. Y como si fuera poco aparecieron dos: Gustavo Méndez y Estanislao Malek. La noticia es todavía muy fresca, pero sabemos que bendijeron la ambulancia, tal vez ensayaron algún exorcismo, y los trabajadores sanitarios se quedaron tranquilos. Yo, por las dudas, me tomaría un vaso de agua bendita. Cualquiera sabe que en una película, lo narrado sería apenas el comienzo.

(Esta columna fue publicada en el diario La Razón y también podés leerla acá)