24 diciembre 2014

Luca Prodan y Sumo, vida efímera y música eterna


Por Humberto Acciarressi

La banda que formó unos meses antes de la guerra de Malvinas y cuando la dictadura militar entraba en su última etapa, pasó entre nosotros como una locomotora loca sin vías ni destino. Ya en democracia, Sumo se sumó a los grupos que trajeron la renovación al rock argentino. Se sabe que Luca Prodan murió en la madrugada del 22 de diciembre de 1987 en ese conventillo-pensión de la calle Alsina, pero los graffttis y su música afirman que "Luca not dead". Lo cual no está mal, ya que nadie sabe realmente quién fue ese raro artista que nació en Roma en mayo de 1954, que fue compañero de estudios del príncipe Carlos en Inglaterra, que viajó -si no fue un invento suyo- a Africa, y que finalmente recaló en la Argentina escapando a las drogas pesadas, como si la geografía pudiera servir para eso. Lo cierto es que cuando el pelado que todavía tenía pelo aceptó la invitación de su amigo argentino Timmy McKern a venir a nuestros pagos, Luca aceptó.

Prodan, que decía haber visto en vivo a las mejores bandas del mundo (suerte que a los argentinos nos llegó un poco más tarde), desembarcó en Córdoba con un centenar de discos de Joy Division, The Cure, The Buzzcoks y naturalmente de los Sex Pistols. Con un conocimiento casi académico del reggae, del punk y del post-punk, formó esa banda en estos pagos que ya nunca abandonó. Marginal y salvaje, con gran dominio del escenario y una voz surgida de los vahos de la ginebra y el talento, Luca se metió en el corazón del público under desde el día en que se presentó en el Caroline´s de El Palomar, con Germán Daffunchio, el “Bocha” Sokol (fallecido en 2009) y Stephanie Nuttal, la joven batera que el pelado hizo venir de Manchester. Más tarde llegaron Ricardo Mollo, Diego Arnedo, Roberto Pettinato y Alberto Troglio.

Presentaciones en bares como el Zero y el Einstein, en Obras, en el Astros, en la televisión, y apenas tres discos en vida de Prodan (“Divididos por la felicidad” en 1985, “Llegando los monos” en 1986 y “After chabon” en 1987, aunque habría que incluir "Corpiños en la madrugada" de 1983, del que se hicieron 300 cassettes que se vendieron en dos recitales), son la breve biografía de Sumo. “Con los discos, como con los conciertos, me divierto”, decía el Pelado, que ya era una leyenda antes de esa madrugada en que los forenses asentaron: “Paro respiratorio no traumático debido a un cuadro de debilidad cirrótica”. Después de su muerte, Sumo se bifurcó en Divididos, Las Pelotas y Pachuco Cadaver. Pero ningún fan de Luca dejó de escucharlo en sus clásicos “La rubia tarada”, “Virna Lisi (TV caliente)”, “Una noche en New York City”, “Los viejos vinagres” o “Divididos por la felicidad”. De la calle Alsina saquearon sus guitarras, sus discos, sus libros. Una verdadera tropelía de fetichismo post-mortem. Luca, que tenía 33 años cuando murió, tuvo muy poca vida entre nosotros los argentinos. Efímero como una mariposa, luego comenzaron las versiones, los datos incomprobables, se escribieron libros y se hicieron películas. Y a pesar de eso, nadie sabe todavía quien fue Luca Prodan.

(Esta columna fue publicada en el diario La Razón y también podés leerla acá)