10 octubre 2014

Salvador Dalí y su alocado narcisismo


Por Humberto Acciarressi

En 1964, cuando Salvador Dalí cumplía seis décadas desde su nacimiento en Figueras, publicó una de sus varias autobiografías. Genial, renacentista y vanguardista a la vez, bufón y rey de su propia corte, sostenía en las páginas de esa obra: "Este libro va destinado a probar que la vida cotidiana de un genio, su sueño, su digestión, sus éxtasis, sus uñas, sus resfriados, su sangre, su vida y su muerte son esencialmente diferentes a los del resto de la humanidad". Es sabido que en materia política fue un reaccionario que apoyó a Francisco Franco y que adoraba la monarquía, pero también juraba con desdén: "En el mundo hay dos cosas que me interesan: la aristocracia y el pueblo. Detesto la burguesía". Esto, obviamente, ha llevado confusión a ciertas mentes retrógadas, incómodas frente a los grises que existen entre el blanco y el negro. Pero en realidad, a los 60 años, era el mismo que a la muerte de su madre, ante su tumba, había jurado: "Voy a ser inmortal".

De todas maneras, más allá de bravuconadas al estilo de "el surrealismo soy yo"; sus antipáticas exclamaciones -como cuando al enterarse del fusilamiento de su amigo García Lorca gritó "¡Olé!"-; o su locura fingida que terminó siendo real; Dali fue uno de los más grandes íconos culturales de la modernidad. Como se sabe, el gran amor de su vida fue Gala (Helena Diluvina Diakonoff), la ex mujer de Paul Eluard, que cuando se la presentó advirtió que la perdía. "Los vi mirarse y me di cuenta de que se habían enamorado. No me quedó más remedio que hacer mutis por el foro", reconoció el poeta flemáticamente. Que Dalí haya sido nombrado académico de Bellas Artes, debo reconocerlo, no me dice nada. Hay datos de mayor relevancia. Por ejemplo que haya escrito una novela, "Rostros ocultos" (que retrata la decadencia de los años 30); colaborado con la escenografía de "Cuéntame tu vida", de Alfred Hitchcock; o haberle contado a un sorprendido Sigmund Freud sus recuerdos... ¡¡¡ intrauterinos !!!.

Cuando Gala murió en 1982, Dalí se dejó arrastrar por una demencia insinuada en reiteradas oportunidades. Le comunicó al mundo "estoy muriéndome de amor" y se fue a encerrar en su castillo de Pubol, donde su psiquis entró en una vorágine sin retorno. En una oportunidad casi se quema vivo entre las sábanas de su cama; se habló de intentos de suicidio; se le comprobó una depresión descomunal; y él mismo afirmaba que era un caracol (efectivamente, ¡ un caracol !). Cuando en 1986 aceptó posar para unas fotos de "Vanity Fair", lo hizo con una gran cruz y el entubado nasal por el que fue alimentado durante cuatro años. El catalán murió el 13 de enero de 1989, en el mismo pueblo en el que había nacido. Aparentemente pidió que lo entierren junto a Gala, pero su deseo no fue cumplido, de acuerdo a recientes revelaciones. Según cuentan, sus últimas palabras fueron: "Es inútil...cada día soy más genial". Y en realidad no estaba equivocado.

(Esta columna fue publicada en el diario La Razón y también podés leerla acá)