04 septiembre 2014

Gustavo Cerati, su madre y el largo adiós


Por Humberto Acciarressi

Comenzaba la década del 90. No recuerdo exactamente el año, pero sí que estaba en un recital del Flaco Spinetta, con quien tuvimos una charla después de la música. En determinado momento, la cara sonriente del músico se turbó y me dijo: "Pensar que nosotros estamos conversando lo más bien y Piazzolla está en coma". Dos años después de la trombosis cerebral que padeció en Paris, el renovador del tango y la música contemporánea falleció en nuestra ciudad. Hoy, dos décadas y pico más tarde, también ya murió el Flaco Spinetta. En estas horas aciagas para la música del mundo, y después de cuatro años y medio con daño cerebral irreversible según la ciencia, falleció Gustavo Cerati. En la época de la anécdota de Piazzolla y el Flaco, Soda Stéreo venía de editar "Canción animal" y "Dynamo" (dos de los tres últimos álbumes de estudio), y Cerati se largaba con las grabaciones del que sería su primer disco solista, "Amor amarillo". Allí hace un cover estupendo de "Bajan", del álbum "Artaud", de Spinetta, considerado el mejor de la historia del rock argentino. Las vidas de los genios, buenas y malas,se entrecruzan.

En estos momentos se están diciendo y escribiendo miles de líneas sobre Cerati. Los famosos y quienes no lo son, que integran más del noventa por ciento de las redes sociales, dan rienda suelta a un sentimiento casi religioso, en el sentido etimológico del término (a grandes rasgos "enlazar", "volver a unir"). Ni siquiera hay que intentar escribir algo original (lo cual es imposible) sobre quien integró la banda -junto a Zeta Bosio y Charly Alberti- que revolucionó el rock latinoamericano, la más importante en convocatoria y calidad estética, la única que barrió con los nacionalismos enfermizos que se proyectan a todas las actividades. Eternos rivales con Chile, Cerati -argentino hasta la médula- es amado en el país trasandino. Versos de sus temas y acordes de sus melodías, ya están circulando masivamente por la red que todo lo universaliza. Lo malo -que es mucho-, y lo bueno, como el tema que nos ocupa. Por supuesto están los estúpidos que se hacen los graciosos y que, en general, son despreciados por la gente de buen corazón.

Hay quienes sostienen que Cerati ya estaba muerto desde el momento en que tuvo el ACV en Venezuela. Es un tema para la filosofía, no casualmente una actividad cuya fortaleza reside en no llegar nunca a una respuesta y, en todo caso, replanteársela hasta el infinito. Con la ignorancia del socrático "sólo sé que no sé nada", hubo quienes criticaron a la madre de Cerati, Lilian Clark, quien jamás se movió de su lado y siempre se negó a la eutanasia. "Pienso que está renaciendo y quiero que sienta que está acompañado", dijo hace unos días. Hay gente que siempre tiene fe, hay gente que no la tiene nunca, y las hay quienes la poseen sembrada de dudas ¿Quién puede decir quien tiene razón? Lo que no se puede negar es la inquebrantable fe y esperanza de esta madre, de cuyo vientre silencioso salió hace 55 años Gustavo Cerati, a quien ahora ella misma despidió, también en silencio, tomándole la mano. Su música y otras cuestiones las dejamos para otra oportunidad.

(Esta columna fue publicada en el diario La Razón y también podés leerla acá)