12 abril 2014

En el centenario de Marguerite Duras


Por Humberto Acciarressi

"Un día, ya entrada en años, en el vestíbulo de un edificio público, un hombre se me acercó.Se dio a conocer y me dijo: la conozco desde siempre. Todo el mundo dice que de joven era usted hermosa, me he acercado para decirle que en mi opinión la considero más hermosa ahora que en su juventud. Su rostro de entonces me gustaba mucho menos que el de ahora, devastado". Así nos introduce Marguerite Duras en "El amante", una de sus obras más famosas aunque no la mejor, y con uno de los comienzos más célebres de la literatura. Gracias a ese libro, su autora obtuvo el premio Goncourt de 1984, la traducción a cincuenta lenguas, la venta de más de tres millones de ejemplares y una película mediocre de Jean-Jacques Annaud (a diferencia de "Hiroshima, mon amour", llevada a la pantalla, magistralmente, por Alain Resnais, cuyo guión escribió ella misma).

Hace unos días, el 4 de abril, se cumplió un centenario del nacimiento en la aldea Gia Dinh, en las afueras del Saigón francés, de Marguerite Duras, cuyo verdadero apellido era Donnadieu. Con los años, la vietnamita francesa se iba a convertir es una de las más fecundas escritoras (es imposible recordar todos sus títulos, ya que sus novelas y obras de teatro superan las cincuenta) y directoras de cine de Francia. Para que su obra estuviera atravesada por la pasión, antes debió estarlo su vida, Tuvo un hijo que murió a los tres años con su marido y otro con su amante, pero en esos tiempos estaba embarcada en la lucha contra el invasor nazi como integrante de la Resistencia Francesa (sobrevivió a una emboscada letal gracias a la ayuda de quien luego sería presidente de Francia, Francois Mitterrand). Cuando concluyó la guerra se afilió al partido Comunista, pero era demasiado díscola y la expulsaron en 1955.

Más de una década más tarde de esos sabores y sinsabores, Marguerite andaba levantando barricadas durante el Mayo Francés. El alcoholismo casi no le dio tregua y en medio de sus tragedias -que se tomaba de muy buen modo y mucha gracia- escribía y dirigía como una poseída. La leyenda cuenta que su primer libro, "La impudicia", fue editado porque ella amenazó con suicidarse si no lo veía en letras de molde. Cuando un cáncer de garganta la llevó a la muerte en 1996, seguía flirteando con un amante que le hizo menos dolorosos sus últimos tiempos, e incluso le inspiró libros. Solía decir que "escribir es tratar de saber lo que uno escribiría si escribiera". Para ella era más importante que comer.

"Un dique contra el pacífico", "Los caballitos de Tarquiria", "Moderato Cantabile", "El mal de la muerte", "La vida tranquila", son apenas un puñadito de los libros que pueden destacarse entre su prolífica obra. Cuando alcanzó a ver editado el último, "Eso es todo", ya había pasado del existencialismo y el nouveau roman a una melancolía conmovedora. Marguerite Duras fue una de las pocas autoras que entrelazaron su vida y su obra de una forma que casi no se distingue la frontera entre una y otra, En una oportunidad escribió que "el mejor modo de aprovechar el tiempo es gastándolo". Está sepultada, rodeada de otros grandes como Tristan Tzara, Julio Cortázar, César Vallejo o Carlos Fuentes, en el Cementerio de Montparnasse.

(Esta columna fue publicada en el diario La Razón y también podés leerla acá)