07 diciembre 2013

La voz de los opinólogos es cada vez más fuerte


Por Humberto Acciarressi

La ola no es nueva, pero se incrementa con ansias de convertirse en tsunami. Ellos existen desde hace mucho y durante bastante tiempo resultaron divertidos, hasta que la curva comenzó a tornarse peligrosamente patética. Y, además, se trata de una curva sin señalización, en un camino hacia ninguna parte. Antes se los llamaba "mediáticos" a secas y el día que haya que hacer un monumento conmemorativo, el escultor tendrá que inspirarse en Jacobo Winograd, que hasta figura en la Wikipedia con un texto casi tan largo como el de Mandela, con comentarios de este tenor: "apodado Chizito por la actriz y vedette Silvia Süller". Sin embargo, con sus dolencias físicas a cuestas, Jacobo es un poroto al lado de lo que vino después. Vamos a dos casos emblemáticos. 

Lamentablemente, el periodismo se viene en falsa escuadra como el personaje femenino del tango "Fangal", de Enrique Santos Discépolo. Y a falta de especialistas, sobre todo en televisión, se inventó eso que se ha dado en llamar "panelistas". Es decir, gente de las más variadas profesiones que cobran por opinar de cualquier cosa, así como lo hace gratis Doña Catita en el mercadito de los chinos. Algunos son periodistas, de quien uno puede pedir una cultura enciclopédica, aunque hoy bastaría con una "culturita". Pero de un tiempo a esta parte aparecieron los abogados, los médicos, los forenses, los criminalistas y hasta las víctimas (hay una señora -sospecho que es o fue actriz- que se pasea por los paneles de diferentes programas en su rol de "mujer golpeada" y se pelea con otras para demostrar que como a ella no fajaron a nadie). 

Un caso tremendo como el crimen de Angeles Rawson hizo que esos paneles saltaran de la TV a la calle, y así aparecieron los expertos en portería, en tratamiento de residuos (un barrendero, cuando apareció la pobre chica, me dijo textualmente: "Hablan de contenedores y ni saben que hay de diferentes tipos"), en "criminis causae", en manga y animé, en lectura de gestos y en tantas otras "especialidades" que insumieron horas y horas televisivas. Luego -concretamente ahora- tenemos instalado el caso Fort. Y los que antes ya habían ensayado sus pininos en cómo hacer una autopsia, ahora se mueven como peces en el agua delante de los que aparecieron en esta tanda. Le "aconsejan" a los médicos de la morgue judicial cómo y dónde cortar, o cuántos litros de sangre se necesitan para no morir desangrado. 

Todo esto ocurre en los programas de chimentos, en los de noticias, en los de análisis de medios del canal oficial y en los que bajan línea política escondidos en un humor del que nadie ríe, a juzgar por las mediciones. No se salva nadie. Y quienes de verdad saben y son llevados a los programas, no pueden explayarse "porque el minuto aire es carísimo". Es lamentable. Especialmente porque la plaga se expande como en la película "Exterminio" o en la Ciudad Raccoon de "Resident Evil". Y no hay vacuna. 

(Publicado en el diario La Razón, de Buenos Aires)