14 octubre 2013

Calé, el Roberto Arlt de la historieta


Por Humberto Acciarressi

En el salón Juan L. Ortiz de la Biblioteca Nacional (Aguero 2502), el viernes a las 19, será inaugurada la muestra "Calé, trapitos al sol", en la que se expondrán originales del gran humorista e ilustrador, leyenda de la historieta argentina por su "Buenos Aires en camiseta", una de las cumbres del género en la Argentina. Aunque conocido por todos como Calé, su verdadero nombre fue Alejandro del Prado, el mismo que lleva su hijo, el músico que también participará con su guitarra en la inauguración (además fue padre del gran periodista Horacio del Prado).

Nacido en Rosario en 1925, donde se crió con su madre y cinco tías solteronas, un día se largó a Buenos Aires con dos propósitos: ser jugador de River o, en su defecto, cantar tangos. No pudo hacer ni lo uno ni lo otro, pero a poco tiempo de llegar ya estaba redactando comentarios humorísticos en la Revista River, que firmaba "Alejandro el fana". Sus primeros dibujos vieron la luz en el semanario Pobre Diablo y para el diario Democracia su primer personaje, "El perrito Pistola", al que siguió "Galerita" en la revista Pica Pica. Cuando se incorporó al plantel de Divito en Rico Tipo, en 1951, la cosa tomó grandes dimensiones.

Entre otras cosas, Calé mantuvo durante una decena de años la sección "Buenos Aires en camiseta", en la que logró unir el humor gráfico y el escrito para dejar una de las obras cumbres de la sociología llevada a la caricatura, así como Roberto Arlt la había volcado en sus "Aguafuertes porteñas". Pablo de Santis, en una oportunidad, escribió que "para Calé hay un Buenos Aires en ropa de calle que cambia de moda, pero hay otro en camiseta, que es inmutable".

Calé sufrió innumerables privaciones. Su hijo Horacio recuerda cuando le echaba agua caliente al frasco de tinta, porque no tenía plata para comprar uno nuevo. Murió muy joven, a los 37 años, de un infarto, el 3 de mayo de 1963. Es decir, ya ha pasado medio siglo de ese Buenos Aires que no existe a la luz del día, pero que aún puede rastrearse en los recovecos de su alma de ciudad atravesada por todas las culturas. En cuanto a Calé, no hay más que añadir que existen pocas, muy pocas obras en el humor gráfico argentino más originales que las visiones apasionadas de aquel paisajista de la clase media y baja porteña de los años 50.


(Esta columna fue publicada en el diario La Razón y también podés leerla acá)