17 enero 2013

Si estás muerto, por lo menos escuchá música


Por Humberto Acciarressi

Nunca se termina de ver todo en este mundo bizarro. Ahora, como para hacer más placentero el sueño eterno de Drácula, el no-muerto, una compañía sueca inventó un ataúd con música. La idea, sin embargo, no es para paliar las soledades del conde transilvánico popularizado por Bram Stoker, sino para que todos los finados (no sólo vampiros y zombies) tengan en su descanso eterno su música preferida. A esta altura ya habrás advertido que es una burrada fantástica, pero eso dado que aún no viste la publicidad.

En principio esto cambia un paradigma milenario, el del llamado silencio sepulcral. Por otro lado, si todos los deudos comienzan a comprar el nuevo modelito de "jonca", se corre el peligro de convertir los cementerios en verdaderos boliches bailables, ya que es dable pensar que no todos tendrán los mismos gustos musicales, y el sonsonete puede llegar a ser tremendo. Lo realmente bizarro es la explicación de los voceros de la empresa sueca: "Estamos rompiendo un tabú".

El ataúd musical se consigue por 30 mil euros y el propietario de la tienda de equipos de música y vídeo Fredrik Hjelmquist manifestó que su féretro con alta fidelidad mantendría "entretenido al fallecido" (¿?) y daría consuelo a los parientes y amigos. Estos, de acuerdo a su criterio, podrán modificar la lista de canciones del muerto a través de Internet. El delirante inventor señala: "El cajón es puro rock and roll. Creo que Ozzy Osbourne compraría uno. Y tal vez Keith Richards".

Además de Suecia, donde los tradicionalistas pusieron el grito en el cielo, Estados Unidos, Canadá, Japón y Taiwán ya se han interesado en el producto y pronto comenzarán a enviarse las remesas desde el país escandinavo. Hay gente que sostiene que no quedan cosas para inventar. Pobres ilusos. La mente humana es más fantasiosa que los engendros creados por la ciencia ficción (fruto también de hombres y mujeres). Lo del ataúd musical figura entre aquellas cosas que uno no se imagina hasta que un loco las inventa.

(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)