28 septiembre 2012

Cristina y su versión del País de las Maravillas

Por Humberto Acciarressi

"Con la prensa hablo todos los días". Esto, en boca de algún personaje de la farándula sería verdad. No lo es si quien lo afirma es la presidente Cristina Kirchner, sea en nuestro país, sea, como ayer, al encabezar el acto inaugural de la Cátedra Argentina de la Escuela de Política Exterior de la Universidad de Georgetown, en Washington. Una charla y una ronda de seis preguntas de estudiantes, a quienes intentó darles una clase de historia estadounidense, bastaron para que las redes sociales, termómetro de la sociedad, estallaran en comentarios negativos y satíricos.

Hubo, en este sentido, un momento importante. Cuando Gavin Bade, de Michigan, le preguntó por qué ellos, estudiantes, podían hacerle preguntas, cuando eso "no ocurre desde hace años con la prensa de su país (la Argentina)". Esa simple pregunta, casi elemental, tiró por la borda el esfuerzo que -en base a un rápido paseo por la historia argentina- la titular del Ejecutivo había puesto en caerle bien a todos.

"Con los periodistas acreditados hablo constantemente", dijo quien hizo, junto a su marido, repensar el papel que tienen los trabajadores de prensa de la Casa Rosada, que ni siquiera son informados de la agenda presidencial. A tal punto es así que fueron los mismos invocados, quienes a los pocos minutos de terminar el acto en Washington emitieron un comunicado en el que se destaca un párrafo: "La Sala de Periodistas de la Casa de Gobierno desmiente las palabras de la presidenta Cristina Kirchner, que durante una ronda de preguntas en la Universidad de Georgetown sostuvo que dialogaba permanentemente con los cronistas acreditados de la Casa Rosada". Más claro, agua de río de montaña.

Escuchando a la presidente Cristina Kirchner defender las cifras del INDEC y atacar a los periodistas diciendo que "cuando no les gusta algo empiezan a gritar y a hacer escándalo" ("patean las puertas", añadió)", uno comprende el por qué elude las conferencias de prensa y prefiere las cadenas nacionales y la corte de aplaudidores con grandes sueldos. Lamentable.

(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)