25 julio 2012

Una atleta con mufa: ahora la mordió una nutria

Por Humberto Acciarressi

Hay gente que anda por la vida, como diría Discépolo, en falsa escuadra. No son los célebres yetas, sino aquellos que parecen tener un imán para la mala suerte. Es decir, son el némesis de los mufas: son sus víctimas. Este parece ser el caso de la triatleta australiana Leah Prudhomme. Cada tanto, a la pobre mujer le pasan cosas terribles, pero para matizar los momentos más sórdidos, el viento de la yeta le acerca algunas joditas para que se entretenga.

Leah es una abnegada mujer, que a los veinte años, en un accidente automovilístico, no llevaba el cinturón de seguridad, fue despedida por el parabrisas, sufrió fracturas en todo el cuerpo y una grave lesión en la columna que la tuvo hospitalizada por seis meses. "Fue una mala suerte no llevar el cinturón de seguridad", se lamentó más tarde.

Pasó el tiempo, y Leah se entregó a las tareas humanitarias en distintas partes del globo. En esos menesteres viajó a Africa, donde contrajo un mal que derivó en un cáncer de tiroides contra el que luchó -con éxito- por más de un año. Caerse en la calle, golpearse contra los muebles en la casa y otras delicias de la vida cotidiana son su diaria costumbre. Como es hiperkinética, Leah se dedicó a algo que le insume energías y que además le gusta: el triatlón, actividad en la que fue escalando posiciones. Pero si en la vida te tocó el papel de árbol, los perros se van a sentir atraídos.

Con vistas a futuras competencias, Prudhomme se fue a entrenar a un lago en Minessotta. Acá hacemos una digresión. Las nutrias, dicen los especialistas, se caracterizan por no atacar jamás a nadie. "De hecho miles de personas nadan junto a ellas sin saber que están a su lado", señaló un experto en fauna del propio lago. Pero Leah no es cualquiera. Mientras nadaba, una nutria se le tiró encima, atravesó el traje de neopreno y durante ocho minutos -una eternidad- le propinó entre 25 y 30 mordidas. Mientras le daban una vacuna para el tétanos, la chica dijo que volverá a practicar al mismo lugar. Doble contra sencillo que se ahoga.

(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)