05 febrero 2012

Recompensa por un diente


Por Humberto Acciarressi

Se conocen -lamentablemente a veces, si hay secuestros de por medio- todo tipo de recompensas. Ya sea la realidad o el cine se han cansado de dar ejemplos. Pero como de la que vamos a hablar, no encontramos antecedentes. Marcelinho Paraiba es un jugador del Sport Recife brasileño. Dicen sus compañeros que muy cuidadoso de su imagen. El asunto es que en medio de un partido contra Náutico, sufrió un choque con un adversario (éste llegó con la pierna muy levantada, pero en un video se observa que es la pelota la que le da de lleno en la cara). Muy nítidamente, se ve que un diente de Marcelinho sale despedido de su boca.

Como el juego siguió y recién después de un rato se frenó el partido, el jugador perdió de vista su pieza dental. A nadie le interesa cómo salió el partido, especialmente a Paraiba, a quién lo único que le importa es recuperar su diente. No dejó de hablar de eso en la cancha, no paró en el vestuario y siguió haciéndolo entre los periodistas. Palabras más, palabras menos, Marcelinho no anduvo con vueltas: dijo que le dará 1.000 reales (unos 2.700 pesos argentinos) a quién le encuentre el diente. Lo más lindo es que ni bien hizo el anuncio, el campo de juego -ya abandonado por jugadores, árbitros, periodistas y curiosos- volvió a poblarse de gente.

Todos en busca del diente perdido por el volante brasilero. Desde ya puedo decirte que es más difícil que encontrar una aguja en un pajar. En medio de la búsqueda comenzaron los problemas. Los trabajadores del estadio quisieron echar a quienes no lo son y casi se arma una trifulca. Mientras, en el vestuario, Marcelihno esperaba sentado que alguien le trajera la buena noticia y con ella el diente. Al cierre de esta edición aún se buscaba intensamente la pieza por la que el jugador ofreció la suculenta recompensa. En el interín, los laburantes del club -que no son pocos- consiguieron quedarse solos. Podemos vaticinar que en breve comenzarán a matarse entre ellos. Y que a nadie se le ocurra regar y cortar el césped, porque Marcelihno lo balea.

(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)