19 octubre 2011

El filipino que sueña con ser Superman



Por  Humberto Acciarressi

Hay gente que está muy loca. Demasiado. Uno de ellos es, sin duda, el diseñador filipino Herbert Chavez, un fanático coleccionista de merchandasing de Superman y admirador hasta el amor por el Hombre de Acero. El pintoresco sujeto tiene 35 años, pero desde hace una década se viene realizando operaciones estéticas con un único objetivo: ser igual al natural de Kripton. Dicen las noticias llegadas desde su pueblo Calambá, Filipinas, que, entre otras cosas, levantaron su nariz, achicaron sus muslos, modelaron sus mejillas, estilizaron sus labios y la barbilla, e incluso se le aplicaron inyecciones para blanquearle la piel. Un estúpido con todas las letras.

"Superman es mi ídolo. Quiero parecerme a él", expresa el pintoresco demente. Los que lo conocen desde que comenzó su locura a los 25 años, sostienen que antes era el típíco filipino. Ahora - indican - tiene el rostro firme de Clark Kent. Como dvertirás, los amigos también son inimputables ¿Cuál es el rostro del periodista ficticio?, ¿el de la revista original, el de la actual, el de la serie televisiva, el de las decenas de películas, más o menos famosas? Claro que el filipino ya fue más alla. También se peina con un bucle que le cae sobre la frente como a todos los superman de historieta, y cuando quiere pasar inadvertido...¡¡¡se pone lentes!!!". PLOP.

Esto es demasiado. Sáquenle las drogas a este muchacho que va camino a tirarse de una terraza con la ilusión de volar. Y si no me creés fijate lo que marca su calendario: en unas semanas le harán otra operación para darle un abdomen más musculoso. Y un par de meses después irá a Japón, donde ya tiene un turno para que le inserten metal en las piernas para hacerlo más alto¿Y los vecinos que dicen? Simplemente lo llaman "el Superman del pueblo". Chavez juega con los pibes del lugar y, dice él, les enseña valores. A realizar buenas acciones. Voy a seguir su consejo y pensar en el mundo. Cuando termine de escribir esto, le mando una encomienda llena de kriptonita roja.

(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)