05 julio 2011

¿Podemos sobrevivir sin conejos?


Por Humberto Acciarressi

¿El sexo de los ángeles?, ¿la existencia de Dios?, ¿la cuadratura del círculo?, ¿cuántos números contiene PI?, ¿de dónde salieron las tortugas del aeropuerto JFK de Nueva York?, ¿hay vida en otros mundos?, ¿descendemos del mono? Todas estas preguntas son de cartón pintado si se comparan con la que acaba de revelar un equipo de científicos españoles. Antes de seguir es necesario aclarar que este periodista reconoce que jamás se formuló ni a escondidas tamaño interrogante y hasta se atreve a poner en duda que alguien más que Bugs Bunny lo haya hecho. Pero vamos al punto en cuestión. Respirá hondo.

¿Qué pasaría si se extinguieran los conejos?...Dando por sentado que los tres puntos te permitieron desmayarte de risa y recuperarte, te comunico que el Oryctolagus cuniculus (es decir el conejo) es una pieza clave en el ecosistema mediterráneo europeo, y se presume que es igual en todo el mundo. Lo terrible para esta criaturita de Dios es que su función es ser "comestible", y así fue analizada. En los años 80, una plaga azotó a los conejitos. Por carácter transitivo, muchos de sus predadores murieron. Y, lo que a veces es más difícil que estirar la pata, tuvieron que cambiar de hábitos alimentarios.

Entre los comensales, los que menos sufrieron fueron los zorros, que le hincan el diente a cualquier cosa. Y los que quedaron al límite de la extinción fueron los linces. Sobre estos últimos, los expertos señalaron que su situación se agrava, ya que es conocida "su incapacidad para cazar otras presas que no sean conejos".

Pero hay un dato terrible: la población de conejos nunca se recuperó y ahora dicen que hay que repoblarlos. La leyenda, como sabés, dice que no hay nada más fácil de reproducir que un conejo. Pero, ¿será cierta? No parece. La investigación continúa. Y todavía no llegó a qué ocurriría con los seres humanos cuando comiencen a morir los conejos y sus predadores. Si alguien sabe algo, por favor no me lo diga. Prefiero enterarme cuando me llegue la hora.

(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)