07 mayo 2011

Tropezando siempre con la misma piedra


Por Humberto Acciarressi

No recuerdo bien la fecha, pero no había pasado mucho tiempo de la tragedia de Cromañón con su saldo trágico de casi 200 muertos. Organizado por el gobierno de la Ciudad de entonces (el jefe seguía siendo Ibarra), en la Flor del Parque de ATC, Bruno Gelber ofrecía un recital gratuito. Esa noche, al culminar el espectáculo, se arrojaron decenas de luces de bengala y fuegos de artificio. Una cayó a metros del piano. Recuerdo haber comentado con mis acompañantes: “No aprendemos más”. Porque además de obsceno por la tragedia, era peligroso.

Desde entonces, en decenas de lugares del país, la irracionalidad volvió a insinuarse en diferentes escenarios, y no solamente en los del rock, como suele argumentar una sociedad filicida que desconfía de sus jóvenes. Ahora, la víctima es un muchacho que recibió una bengala en el cuello en los prolegómenos de un recital de La Renga en el autódromo de la ciudad de La Plata. También de una bengala a la altura de la garganta había muerto aquel hincha de Racing, Basile, en un partido contra Boca en la Bombonera.

Ahora La Renga suspendió sus recitales venideros y un vehemente Indio Solari (uno de los que más ha cuidado la integridad de su público desde su pasado “ricotero” hasta su actualidad solista), hizo llegar un mail. En él dice que “si esos fuegos de artificio se entendían como de extrema peligrosidad aún fuera de los locales cerrados, lo correcto y conveniente sería la prohibición de su venta al público y no el traslado del deber policial a los organizadores de los eventos”. Señala varias cosas más, pero -sospechando que quienes deben actuar no lo harán- pide: “De cualquier manera y tomando en cuenta los accidentes que pueden ocasionar, les pido a quienes se acerquen a mis conciertos que se abstengan de su uso”. Los testigos dicen que la policía no cacheaba al público en la entrada al recital de La Renga. Tal vez si alguno lo hubiera hecho, ahora estaríamos escribiendo sobre algo menos triste.

(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)