31 mayo 2011

El adiós a Alicia Durán

Ya sabíamos que estaba muy enferma. Personalmente hace rato que no la veía. Antes, en los 80, habíamos trabajado juntos. Mientras subo esta entrada miro con tristeza una foto del 2000 (o tal vez del 2001 o el 2002) en la que estamos ella, es decir Alicia Durán, Cilencio, Nik, Sócrates, Sergio Castro y yo. Nunca supe su edad. Ahora me entero que tenía veinte años más que yo y no lo puedo creer. Siempre la vi como una piba simpática con su cabeza llena de rulos, buenísima, compañera en el sentido más estricto. No voy a añadir nada más. Te dejo con la gran amiga y periodista Mirta Urdiales, que le puso conmovedoras palabras a lo que muchos de nosotros sentimos. Es un momento muy triste.




HOMENAJE A ALICIA DURAN

Por Mirta Urdiales

El pasado jueves murió Alicia Durán. Una mujer extraordinaria, de una sensibilidad y un talento exquisitos. Después de luchar durante años contra un cáncer que la fue invadiendo sin pausa, finalmente Alicia se fue. Como había vivido: sin llamar la atención, sin aspavientos, sin molestar a nadie. Tuvo a su lado a "dos ángeles de la guarda", como ella solía llamar a Jorge Auditore y Atilio Ilante, sus dos compañeros del alma.

Yo los conocí cuando ingresé a trabajar a "La Razón", allá por el año 1985. Alicia era la caricaturista del diario, Jorge se dedicaba a la crítica de cine, y Atilio era diagramador. Cuando, finalmente, ya no pudimos seguir luchando contra el pedido de quiebra, continué mi amistad con estos compañeros de lujo.

Alicia, excelente artista plástica, no se dio por vencida, y continuó trabajando en lo que se presentaba: pequeñas publicaciones, pinturas por encargo para regalos empresarios y, en los últimos años, la feria artesanal de Belgrano, a donde acudía con frío, calor, lluvia o viento.

Su salud ya era muy frágil, pero ella decía que el contacto con la gente la revitallzaba. Y había que sobrevivir, cosa que no hubiera podido hacer con la jubilación mínima que cobraba. Pero ella tenía la capacidad de soñar, tenía magia, y tenía un mundo lleno de cosas hermosas. Además, era una mujer sabia. Cuando yo, en medio de una terrible crisis, le adelanté mi proyecto de irme a España por unos años, y le hablé de mi desaliento por tener que dejar mi país, ella me dijo: "Mirta, la vida no es una fotografía, donde queda plasmado de manera inalterable un momento". Me aseguró que todo iba a cambiar, que las experiencias siempre valen la pena, y que sirven para modificarnos y, en definitiva, impiden que nos quedemos estancados.

Tenía razón. Porque acá estoy, todavía con un montón de proyectos y con mucho para aportar. Alicia estaba muy feliz por eso. Ella podía ser feliz con todo. A pesar de las privaciones, del dinero tan justo con el que tenía que desenvolverse, siempre decía que la vida le había dado cosas maravillosas. Maravillosa era ella.

No le alcanzaba el dinero para contratar el servicio de cable, que hubiera sido una gran compañía. Se lo tomó con una sonrisa. Y nunca aceptó mi ofrecimiento ni el de sus amigos para pagarle ese gustito. Sus manos volaban sobre la costura, a la que se dedicaba con empeño, para arreglar su ropa, modificar vestidos o polleras, agrandar o achicar pantalones o camisas, porque tampoco podía ir a renovar su vestuario. Siempre por la misma razón: el dinero esa escaso.

Pero Alicia era testarudamente feliz. Cuando yo le enseñé algunos rudimentos para manejar Internet y le saqué una dirección de correo electrónico, no podía con su alegría. Decía que había descubierto un mundo maravilloso, porque podía colarse en todas las galerías de arte del planeta, en las exposiciones, en todo lo que ella tanto amaba.Por supuesto, nunca se pudo comprar una computadora, así que vivía estos momentos sólo en los ratos en que podía pagarse la hora del cibercafé. Pero para ella era suficiente.

No pude darle un beso antes de su muerte. No quería que la viera, supongo que porque no deseaba preocuparme. Dicen que se fue plácidamente. Tal como vivió. Llenando con su calidez todo lo que la rodeaba.

Hoy me siento un poco huérfana de nuevo. Como queda la humanidad toda cuando se va un ser tan adorable. Y me pareció una buena idea rendirle este más que humilde homenaje, tan merecido. Seguramente quienes la conocieron me van a dar la razón. Y espero que, donde esté, reciba esta muestra de amor, mientras sigue son su pincel creando belleza y caricaturizando a este mundo que ella tanto quiso.

Hasta siempre, Alicia. Con amor:

Mirta