30 noviembre 2009

Freddy Mercury: ese especie de magia


Por Humberto Acciarressi

Fue la voz más impresionante que tuvo la historia del rock. Fue, además, el más contundente transmisor de energía desde un escenario, en un rubro donde la polenta escénica es ineludible. Fue Freddy Mercury, cuyos datos biográficos, los anteriores a su fama, pueden resumirse en cuatro o cinco anécdotas: nació el 5 de septiembre de 1946 en la isla africana de Zanzíbar, frente a las costas de Tanzania, con el nombre de Frederick Bulsara; de chico tocaba el piano como un eximio; dibujaba con arte, amaba el teatro y el cine; a los 15 estaba instalado en los suburbios de Londres; fue ilustrador y diseñador gráfico; y en 1968 fundó Queen con Roger Taylor, Brian May y John Deacon.


Casi todo se ha dicho sobre la superbanda de los 70, que cruzó los 80 y se disolvió en los noventa por la muerte de su alma mater el 24 de noviembre de 1991. Desde la primera placa en 1973 ("Queen") hasta "Innuendo" (el último que se grabó en estudio, editado en 1991), pasando por "Queen II", "Certero ataque al corazón", "Una noche en la Opera", "Un día en las carreras", "Noticias del mundo", "Jazz", "Una especie de magia", "El milagro", entre otros, la banda inglesa alcanzó los 19 títulos. Para tener en cuenta: la "Reina" y The Beatles fueron las dos únicas superbandas que, una vez separadas, siguieron facturando en forma sostenida. Pero hay algo que debe señalarse más alla de toda otra cuestión. La sensualidad y el exhibicionismo escénico de Freddy, el timbre impar de su voz, sus recursos teatrales y operísticos, esa estética que trasladaba de la música a los videoclips del grupo y a su propia vida, lo convirtieron en uno de los artistas del siglo XX que supo integrar las corrientes de vanguardia con lo popular.


Cuando supo que estaba condenado a morir, el cantante se encerró en el estudio de grabación y produjo un material espléndido, que sus compañeros de banda tradujeron en "Made in Heaven" ("Hecho en el cielo"). Una especie de testamento. En uno de los temas, "Mother love", Freddy canta "soy un hombre de mundo y dicen que soy fuerte. Pero mi corazón pesa y ya no tengo esperanza". Con ese disco póstumo se cerró la carrera de Queen, una de las bandas más potentes de la historia. (y que perdonen las versiones posteriores, ya sin Mercury). No está demás considerar que la Reina tenía una estructura casi básica: la guitarra inconfundible de Brian May, el bajo - sostenido y casi percusionista - de John Deacon, y la batería de Roger Taylor. Y claro, la voz única, imposible de imitar, de Freddy, el cuarto instrumento de la banda.




Los argentinos pudimos apreciar en vivo esa magia. Fue a fines de febrero de 1981, cuando tocaron en Buenos Aires (en Velez), en Rosario (en el gigante de Arroyito) y en Mar del Plata. Esas presentaciones son difíciles de olvidar. De esos días es la foto famosa de los integrantes de Queen con Diego Maradona, en la que el "10" tiene una camiseta inglesa y Freddy una de la selección argentina, la misma con la que subió al escenario. Mercury murió un día después de haber confesado al mundo que padecía el SIDA, así como a fines de los 70 había revelado su homosexualidad. Nunca se arrepintió de nada. En un mundo de noblezas devaluadas, la digna actitud de una Reina.

(Publicado en el suplemento de música "Te Suena" de La Razón, de Buenos Aires)

27 noviembre 2009

Corazón sano con una Uzi en la oficina

Por Humberto Acciarressi

Si tu jefe te humilla, te maltrata, no te considera ni te registra salvo para decirte lo que hiciste mal, te mira con el mismo respeto que tiene un científico de laboratorio por el último de los cobayos; si tu sueldo apenas te alcanza y trabajás por cuatro, estás muy cerca de morirte de un ataque al corazón. Salvo que, de acuerdo a estudiosos de Estocolmo, sueltes tu ira en la oficina y digas lo que tengas que decir sin medir las consecuencias. Eso que ellos, los científicos, definen "expresar el enojo".

Claro que existen ciertas barreras que no deberías cruzar. A menos, claro, que quieras convertirte en un Travis (aquel personaje encarnado por Robert De Niro en "Taxi Driver") o en un Bill Foster (el de Michael Douglas en "Un día de furia"). Tampoco podés suponer que llevar una Uzi de caño recortado al trabajo, atrincherarte en tu escritorio y liquidar a varios compañeros antes de acertarle entre las cejas a tu jefe, podrá resolverse fácilmente con un "intento evitar el infarto". Y si llegaras a hacerlo, será difícil que te absuelvan con sólo manifestar cuando mires la foto de 22 cuerpos envueltos en bolsas negras: "Expresé mi enojo".

No parece fácil, pero manifestar el desagrado con palabras enérgicas y sin llegar al crimen debería ser posible. Claro que el estudio tendrían que leerlo los jefes. Ellos disponen de un arma más eficaz que una 45 mm: el saber (o creer) que disponen de tu futuro. Lo que no saben es lo que vos guardás en la cajonera del escritorio, al lado de la cajita de los clips.

(Publicado en la "Columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)

24 noviembre 2009

Con una ayudita de mis amigos: Méndez


RECUERDOS ANTES DE LA MUERTE

Por Mercedes Méndez

Krapp aparece desde la absoluta oscuridad. Mientras renguea hacia su escritorio, una tenue luz lo ilumina. Se nota su cansancio en el cuerpo: tiene 69 años, la mirada perdida, está encorvado y trata de mover una pierna, sin disimular el dolor. Una voz en off está por concluir su relato, habló de significar algo, de que nada es enseguida y de fallecer primero. Pero ahora, nuestro personaje lúgubre ya está sentado en su escritorio y a punto de poner play en una vieja grabadora de la década del 50 que le dirá quién era y qué pensaba hace 30 años.

Una historia sobre la completa soledad, el fracaso, el paso del tiempo (Krapp mira varias veces el reloj) y la presencia cada vez más cercana de la muerte. Estos temas decidieron presentar en el teatro San Martín Juan Carlos Gené y Walter Santa Ana, director y actor de Krapp, la última cinta magnética, una obra que Samuel Beckett escribió en 1959 para hablar, una vez más, del silencio y de la nada.

La obra es fiel al texto de Beckett. Durante toda la obra hay una constante intertextualidad con sus clásicos. La desesperación por conservar la poca comida que queda –Krapp acaricia una banana– es un tema recurrente en Beckett, quien retrató las secuelas de la posguerra. Hay referencias más concretas: el personaje saca del cajón una zanahoria ¿será la misma que en Esperando a Godot Vladimir le ofrece a Estragón?; también saca una soga ¿será aquella cuerda que sujetaba los pantalones de Estragón y con los que él intentó ahorcarse?. Las coincidencias se repiten, como también los personajes: Krapp, como otras criaturas beckettianas, es limitado físicamente, esconde la comida en sus bolsillos y está solo y espera.

Walter Santa Ana interpreta a Krapp con cada músculo de su cuerpo. Está ahí, es él hasta el apagón final, escuchando su historia hace 30 años, recordando a una mujer con la que paseó por un lago, a su perro. Krapp intenta cambiar su historia, le desagrada el hombre que fue, rebobina, adelanta, se enoja. Por esto, la voz en off es clave: en este caso, es la voz de Gené y, aunque debería ser la misma voz del actor, cumple con la función de hablar de otro tiempo, de un hombre que ya no es el mismo.

En esta versión faltó transmitir con más fuerza el estado de desesperación y soledad del personaje. “Quizás mis mejores años han pasado. Cuando existía alguna posibilidad de hacer feliz”, reconoce el Krapp que se escucha en la cinta. A estas frases conmovedoras les falta conexión emocional, la tensión dramática. Por momentos se logra cuando Krapp mira al público, al vacío, y se mete una banana en la boca, pero se necesita más miedo para reconocer que en ese escenario ronda la muerte. Krapp sigue esperando, no está muerto, pero si la muerte pudiera ser personificada, bien podría estar sentada en un costado, mirando cómo Krapp escucha su pasado.
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FICHA
La obra: Krapp, la última cinta magnética.
Autor: Samuel Beckett.
Traducción y dirección: Juan Carlos Gené.
Actor: Walter Santa Ana.
Música: Luis María Serra.
Iluminación: Miguel Morales.
Escenografía y vestuario: Carlos Di Pasquo.
De miércoles a sábados a las 21 y domingos a las 20.
Lugar: Teatro San Martín (Sala Cunill Cabanellas)

Dylan Thomas: la pelota no toca el suelo



SI LOS FAROLES BRILLARAN 

Si los faroles brillaran, el rostro santo se marchitaría 
preso en un octógono de insólita luz, 
y todos los muchachos del amor 
se cuidarían de perder la gracia. 
Los rasgos de sus íntimas tinieblas 
están hechos de carne, pero que venga el falso día 
y que los labios de ella pierdan sus ajados colores, 
que el traje de momia muestre un antiguo pecho. 
Me han dicho que piense con el corazón 
pero el corazón, como el cerebro, conduce el desamparo; 
me han dicho que piense con el latido, 
que cambie el ritmo de la acción cuando el latido se acelere 
hasta que en un plano se confundan el campo y los tejados 
tan rápido me muevo por desafiar al tiempo, el caballero quieto 
cuya barba se agita en el viento de Egipto. 
He oido el contar de muchos años 
y muchos años tendrían que atestiguar un cambio. 
La pelota que arrojé cuando jugaba en el parque 
aún no ha tocado el suelo 

 Dylan Thomas 
("Should lanterns shine") 

 (Traducción de Elizabeth Azcona Cranwell para la edición publicada por Corregidor)

21 noviembre 2009

Griseta y los "viajes" del abuelo

Ay, ay, ay. Esta juventud está cada vez peor. Antes esto no pasaba...Lo de la francesita que le daba al "cocó" en 1924, según canta Gardel, fue apenas un accidente.




Y ahora, Carlitos...




Mezcla rara de Musetta y de Mimí
con caricias de Rodolfo y de Schaunard,
era la flor de París,
que un sueño de novela,
trajo al arrabal.
Y en el loco divagar del cabaret
el arrullo de algún tango compadrón
alentaba una ilusión,
soñaba con Des Grieux
queria ser Manón.
Francesita
que trajiste pizpireta
sentimental y coqueta
la poesía del quartier...
Quién diría
que tu poema de Griseta
sólo una estrofa tendría
la silenciosa agonía
de Margarita Gauthier.
Mas la fria sordidez del arrabal
agostando la pureza de su fe,
sin hallar a su Duval
secó su corazón lo mismo que un muguet.
Y una noche de champagne y de "cocó"
al arrullo funeral de un bandoneón,
pobrecita se durmió,
lo mismo que Mimí,
lo mismo que Manón.

("Griseta", de José González Castillo y Enrique Delfino, cantada obviamente por Carlos Gardel en grabación de 1924)

Notas:

Musetta, Mimí, Rodolfo y Schaunard son personajes de la novela "Escenas de la vida bohemia" de Henri Murger, en la que se inspiró Puccini para su ópera La Bohemia. Manon y Des Grieux de la novela "Las aventuras del caballero Des Grieux y de Manon Lescaut", del Abate Prevost. Obviamente, Margarita Gauthier es el personaje principal de la novela "La dama de las camelias" de Alejandro Dumas (h) y Duval es su amante. El muguet es un arreglo floral y el "cocó" la cocaina.


19 noviembre 2009

Las ratoncitas andan como locas


Por Humberto Acciarressi

La noticia puede resumirse en dos datos: los científicos buscaban un antidepresivo y terminaron descubriendo un viagra para las mujeres. Más allá de que ambas cosas no parecen contradictorias, los investigadores estadounidenses y canadienses que dieron con el nuevo fármaco -la flibanserina- dicen que hasta ahora fue probado con éxito en ratonas de laboratorio.

Y resulta imposible no imaginarse la escena melancólica, de varias docenas de cobayitas deprimidas, tiradas por los rincones de las jaulas, con la autoestima baja con su destino ratonesco. Y de golpe, como si la mano de Walt Disney las hubiera tocado con su varita mágica, la inyección, la temida pichicata que tantas veces las deja con las patas para arriba. Pero esta vez no. En esta oportunidad, a los pocos minutos, las ratoncitas andaban mirando con cariño a los investigadores, contonéandose como sus enemigas las gatas, haciendo caritas mimosas, y tratando de sortear los muros de vidrio para salir de juerga en la noche caliente del laboratorio.

Después de esas horas de súbito jolgorio, los investigadores festejaron, esperemos que algunas ratoncitas hayan disfrutado, y varias mujeres que participan en ensayos clínicos se sometieron a la prueba. Los resultados, hasta el momento, van confirmando que como antidepresivo, la droga no sirve para nada. Pero como viagra femenino, mamita. Aunque los detalles subsiguientes no son permitidos fuera del horario de protección al menor.

(Publicado en la "Columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)

Hamster Villa:un hotel para gente rara


Si estás dispuesto a pagar cien euros la noche en un hotel en el que te hacen correr en una rueda gigante, te ponen a dormir sobre un montón de heno, te dan de comer semillas en un plato en el suelo como el que tiene tu mascota (sea perro, gato o leopardo), no lo dudes más: pagate un viaje a la ciudad francesa de Nantes y busca en el directorio el "Hamster Villa". Es decir, si ya tenés asumido que sos un boludo de marca mayor, ese hotel te hace pasar la noche de un hámster. Y esto no viene de un sitio web en joda, sino de un cable de la prestigiosa agencia Reuters. Francamente, no se como hasta ahora no puse un hotel para pelotudos crónicos. Ahora sería millonario.

16 noviembre 2009

Janis Joplin, lágrimas para compartir


Esto lo había posteado allá por los inicios de este blog. Lo vuelvo a hacer con unos añadidos, dado que un par de semanas atrás, al cumplirse un nuevo aniversario de la muerte de Janis Joplin, estuve pasado de rosca y no tuve tiempo de escribir lo que me hubiera gustado. Sin embargo, vayan estas líneas para quienes llegaron tarde a aquel escrito.




EL LLANTO BLANCO DEL BLUES

Por Humberto Acciarressi

Antes que nada, hay que decir que Janis Joplin fue la más grande cantante de blues que dio la raza blanca y que con un puñado de canciones dejó, a su muerte temprana, una estrella que sigue iluminando el firmamento del rock planetario. Sin embargo, para comprender la tragedia de Janis, también hay que agregar otras cuestiones, más personales, más dolorosas. Como por ejemplo que era fea, pequeña y regordeta; que en sus épocas de estudiante sus compañeros la humillaban con un apóstrofe: "El hombre más feo de la universidad". O que era tan atrevida y estridente, que jóvenes y adultos la trataban como a una prostituta. O que era tan desarreglada en el vestir y tan chicanera en sus modales, que las pocas parejas formales que tuvo no osaban presentarla "en sociedad". O que era tan ingenua que aceptaba mansamente y sin decir palabra,que la criticaran y se burlaran de ella. Y que era, por sobre todas las cosas, una de las más sensibles y sufrientes mujeres que haya subido a un escenario en la concurrida historia de la música.

La hipersensible Joplin había nacido el 19 de enero de 1943 en Port Arthur, una ciudad con olor a petróleo, largas y aburridas siestas, y mediocres bebedores de whisky, adoradores de las "pinups girls" de los calendarios. No es difícil imaginar cómo tratarían a la jovencita Joplin, que en poco tiempo se convirtió en una presencia desagradable. Ella, a partir de cierto momento, se puso una máscara y resolvió embestir contra ese mundo pequeño que la agraviaba. No tenía, entonces, ese dulce abrigo del blues. Por entonces, Janis pintaba. Aunque, autocrítica feroz, abandonó esa rama del arte porque un día descubrió que un amigo era más ducho que ella en el manejo de los pinceles (cuentan que ya cantante, estuvo a punto de callar su voz cuando oyó a una joven imitadora de Joan Baez). Impulsada por su familia a viajar, se trasladó de Port Arthur a Lamar, y de esa ciudad a Los Angeles.Allí comenzó la etapa que iba a culminar con Joplin en los escenarios.

En esos años, también empezó a caer por la pendiente del alcohol y, al poco tiempo, comenzó a utilizar las drogas pesadas, la heroína entre ellas. Sus pininos en la canción los hizo en un grupo universitario: "The waller creek boys", donde canta jazz, folk y un poco de blues. Todavía no tenía la voz áspera y dramática que la iba a inmortalizar. En su vida faltaban algunas tragedias. Con otra banda, "Big brother and the Holding Company", recala en bares y tabernas, sin aprovechar las buenas críticas recibidas en el Festival Folk de Monterrey de 1963. En la misma ciudad, pero en los legendarios encuentros pop, se consagra definitivamente en 1967. En el escenario, antes y después de ella, suben otros dos grandes: Jimi Hendrix y Otis Redding. Curiosidades de la historia: ninguno de los tres iba a vivir para ver los setenta.

El Festival de Monterrey permitió, entre otras cosas, que Janis se convirtiera en un mito en vida. Su voz, su salvajismo, el dolor que expresaba en cada uno de los temas, la convirtieron en un referente obligado en esos años del flower power. Y todavía no había grabado nada. La primera placa de Janis, "Cheap thrills" ("Excitación barata", título que reemplazó al que ella quería que era "Droga, sexo y excitación barata") fue fagocitada por los jóvenes. Después llegó "I got dem Kozmic Blues again mama"; y póstumamente fue editado "Pearl", otro disco de culto. Pero mientras Janis se codeaba con el éxito, en su vida privada se hundía en la tragedia.
"En escena es como si hicera el amor con 25.000 personas. Pero termina el show y ellos se van a sus casas y yo me voy sola a mi cuarto", decía por esos días de gloria efímera. Y cuando se le recriminaban sus excesos, ella se limitaba a puntualizar: "Tal vez no dure tanto como otras cantantes, pero no voy a destruir mi hoy pensando en el mañana". Algunos estaban en la misma sintonía: en poco menos de dos años, Jim Morrison, Jimi Hendrix y Brian Jones se fueron al Olimpo del rock.

"No quiero nada a medias. Tengo 26 años. Todo lo que me preocupa son los 26 y no los 95. No quiero que me devuelvan la inversión dentro de unos años. Lo quiero ahora, ahora,ahora...", enfatizaba por esos días de tragedia cuando, además de las drogas pesadas, solía consumir hasta un litro de whisky en escena. Una mañana de octubre de 1970, se consumó su deseo de beberse la vida de un sólo trago. El guitarrista John Cooke la encontró en la cama, con un camisón que la hacía parecer una muñeca antigua, con una sonrisa congelada en los labios, con el cuerpo saturado de heroína. Sus cenizas, esparcidas en la costa de California, hace casi cuatro décadas que forman parte del paisaje que la hostilizó. Quedan, eso sí, sus lamentos desgarradores y esa voz que desarticula melodías y provoca tristeza en el corazón.

(Publicado en la revista "Asi")

15 noviembre 2009

Sexo en cualquier rincón


Por Humberto Acciarressi

El top ten del placer, el listado de los mejores lugares para tener sexo, acaba de ser revelado por un grupo de investigadores norteamericanos. Lo que parece evidente es que ellos no deben haberlo tenido por mucho tiempo, cual lamas tibetanos, para llegar a tan sesudos resultados.Pues en verdad, para hacer ese ranking hubiera bastado consultar hasta a un chico/a virgen, ya que tiene tantos lugares obvios que -sacando uno o dos- hasta los caniches prefieren esos sitios. Veamos de qué se habla.
Desde las escaleras de un edificio hasta tener sexo entre las olas, y pasando por un auto, la pileta, el cine, el colectivo, un bosque o los probadores de una tienda, figuran entre los sitios que hombres y mujeres encuentran más afrodisíacos. Pero donde parece estar la clave de todo este asunto es en el punto décimo. El estudio dice, literalmente, "en cualquier rincón". Ese sí es maravilloso y merece toda la guita invertida.

Porque no es lo mismo decir ante la pregunta "¿a dónde vamos?", cosas como "lo hacemos en el auto" o "nos metemos en el bosque" y ni hablar del incómodo "enfilemos a las olas" en una playa Bristol llena de gente, que responder -guiñando el ojo a la dama o al caballero- el fascinante, seductor, irremplazable y orgiástico... "en cualquier rincón". Porque tener sexo en "cualquier rincón", además de incluir todos los demás, abre las puertas de sitios inimaginables. "Flaca/o, ¿dónde lo hacemos?". "En cualquier rincón". ¿No es sencillamente maravilloso?

(Publicado en la "Columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)

09 noviembre 2009

Yoko Ono: antes y después de Lennon


Ser ONO ser

Por Humberto Acciarressi

Hace cuarenta años era, salvo honrosas excepciones, una de las mujeres más odiadas del mundo. Aún hoy sigue sin caer simpática a muchos, aunque el alejamiento de las luminarias y el paso del tiempo serenaron los ánimos. De todas formas, todavía no se le hace justicia a su obra y Yoko Ono, para todo el mundo, es sólo la viuda rica de John Lennon. Hace cuatro décadas, en 1969, grabó con su flamante marido (se habían casado en Gibraltar) uno de los temas emblemáticos de aquellos años, "Give peace a change". Yoko Ono irritaba a los seguidores de los Beatles y, para los belicistas de todo el mundo, ellla y su marido eran un dúo demasiado peligroso por la repercusión de sus actos.

Lo que pocos sabían entonces era que Yoko Ono, esa japonesa que acompañaba silenciosamente a Lennon, con un perfil tan bajo que hasta su presencia en los documentales de la época resultaba un poco incómoda, era una artista experimental con una importante trayectoria. Y dueña de una originalidad que la había llevado del grupo vanguardista ¨Fluxo¨ (que tenía por objeto fundir el arte en la realidad; hacerlo meter los pies en el barro de lo cotidiano) hasta el desarrollo de esa "no-composición" que era la música imaginaria para ser degustada por gente que "la escuchaba" con su pensamiento. En ese terreno de los postulados, se la puede considerar como una gran exponente del arte conceptual. Eso sin contar que el punk tiene en ella, uno de sus antecedentes más notorios.

Yoko Ono es, además, la autora de un libro con textos y dibujos suyos, hoy apenas recordado aunque fue un ícono de aquellos años. Se trata de ¨Grapefruit¨ (Pomelo), de cuya primera edición limitada de 500 ejemplares en Tokio por Munternaum Press se cumplen 45 años. Los escritos que componían aquella tirada de 1964 son brillantes; de una profundidad oriental en envase para espiritus occidentales.

En 1970 se hizo la segunda edición ampliada con otros textos y más dibujos, y el añadido del prólogo más conciso y cariñoso que yo recuerde: ¨¡Hola! Me llamo John Lennon. Quiero presentarles a Yoko Ono¨. Y lo que queda claro en ese libro es que si Yoko Ono cambió la historia musical con su irrupción en la vida de John Lennon, y por caracter transitivo en la de cada uno de los otros Beatles, los fab four no le cambiaron mucho a ella, que siguió apegada a la experimentación, y a una forma de rondar el arte muy fiel a sus orígenes. Eso puede verse en sus múltiples películas (una veintena, entre ellas "Fly") y discos varios, desde tiempos aún más remotos a aquellos en los que grabó con John las placas Two Virgins, Life with the Lions, Wedding album, Live Peace in Toronto (de 1969 con Lennon, Eric Clapton, Klaus Voormann y Alan White, futuro batero de Yes) y naturalmente Plastic Ono Band.


Mientras en Estados Unidos era publicada la edición de 1970 de "Pomelo", en septiembre de ese mismo año Ediciones de la Flor, gracias al siempre visionario Daniel Divinsky, hacía lo propio en la Argentina.Un lujo para aquellos años (como tantos otros, hoy prácticamente inhallables) y que en este momento tengo la suerte de haber encontrado en mi biblioteca. La tapa de aquella edición local estaba realizada por Oscar Smöje y la traducción de la obra de Yoko Ono la tuvo a su cargo Susana ¨Piri¨Lugones. La nieta de don Leopoldo había sido una de las parejas de Rodolfo Walsh en los 60 y posteriormente corrió la misma suerte que él, al ser secuestrada durante la última dictadura militar. Pero eso es otra historia.

Después de la muerte de John, Ono fue destrozada por la crítica en cada ocasión en la que presentó algo nuevo. Ahora acaba de anunciar que donará parte de los derechos de "Give peace a change" a la ONU. "Hagamos algo por la paz, sin importar cuán pequeño sea el gesto", dijo. Pasan los años y Yoko sigue en la brecha. Genio y figura hasta la sepultura.

(Publicado en el suplemento de música "Te Suena", de La Razón, de Buenos Aires)

07 noviembre 2009

Félix Luna, ya todo es historia


Por Humberto Acciarressi

En mayo de 1967, con una tapa roja y una reproducción de Juan Manuel de Rosas en la misma, en los kioskos de Buenos Aires salía el primer número de la revista "Todo es Historia", uno de los hitos más altos en la difusión masiva de esta disciplina en el país. Y lo hacía bajo la casi inigualable sentencia cervantina que se encuentra en las páginas del Quijote: "Historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir". Hasta ese momento, su director, Félix Luna, era poco conocido aunque ya tenía en su haber algunos libros memorables como las dos biografías "Irigoyen" y "Alvear", además de "Los caudillos", con una de las introducciones más conmovedoras que se han escrito sobre los enfrentamientos en la historia argentina.

Firmas como las de Rodolfo Walsh, Miguel Angel Scenna y Osvaldo Bayer (estos dos últimos publicaron sus primeros trabajos sobre la peste y los anarquistas -que los hicieron famosos respectivamente- en la revista de Luna), se mezclaban con las de algunos historiadores cuyas investigaciones eran bastante discutidas por revisionistas. Paralelamente al crecimiento de la publicación, el abogado, escritor y poeta Luna continuaba creando desde otros ámbitos de la escritura. De esa manera, mientras en las librerías iban apareciendo "El 45", "Ortiz", "Conflictos y armonías en la historia argentina", "Soy Roca", por citar apenas algunos, también dejaba correr su imaginación poética para la Cantata Sudamericana o Mujeres Argentinas, con música de Ariel Ramírez, con algunas piezas tan justamente recordadas como "Alfonsina y el mar", "Juana Azurduy" o "Rosarito Vera". Nunca olvidó que uno de sus primeros premios había sido obtenido por una ficción, "La fusilación", a fines de los años cincuenta.

Nada, absolutamente nada, que no hagan los divulgadores argentinos de la historia que se venden en la actualidad, no fue hecho previamente por Félix Luna. Fue, sin duda, el primer historiador mediático, aunque -a diferencia de otros que llegaron después- nunca su figura estuvo por arriba de lo narrado en sus divulgaciones. Y supo, antes que nadie, acercar esa disciplina tan difícil de conciliar con el presente -tan ardua y a veces tan escamoteada por intereses políticos- a la gente de la calle, al hombre común no acostumbrado a las parrafadas académicas. Con eso sólo ya ocupaba un lugar bien ganado en el campo de la intelectualidad argentina.

(Publicado en la sección Cultura de La Razón, de Buenos Aires)






Siempre consultá a tu almohada

Por Humberto Acciarressi

Hay investigaciones, como lo saben los lectores de esta columna, que no llevarán a sus autores a un premio Nobel. De eso no caben dudas. Sin embargo, con tanta plata que se invierte en ellas, hay que tratar de encontrarles un sentido. Y eso es lo que intentaremos hacer con un descubrimiento que conmociona a los adictos al trabajo y pone de parabienes a los perezosos: consultar las cosas importantes con la almohada es más útil que pasar horas reflexionando concientemente sobre el asunto. Es decir, los dormilones y los fiacas llegan a mejores resultados que los que se exprimen la sesera frente a una pantalla o un tubo de ensayo.

Si este descubrimiento no cambia los paradigmas de una época, no sé qué habrá que inventar. Porque además de incrementar hasta el hartazgo la venta de almohadas -cosa que debería ocurrir a partir de ahora-, los científicos (incluyendo a quiénes realizaron el estudio) tendrían que dejar sus laboratorios e irse a trabajar en sus habitaciones, cómodamente arropados en sus camas, y con la almohada bien dispuesta para compartir las elucubraciones.

Ahora bien: ¿cómo debe ser la almohada?, ¿más o menos mullida?, ¿comprensiva o irritante? Esto es muy importante ya que la naturaleza del adminículo...¿cambia las sabias reflexiones? Tengo una teoría al respecto, pero ahora estoy sentado ante la máquina y no quiero arriesgar nada antes de consultarlo con mi propia almohada. Las cosas, qué joder, se hacen bien o no se hacen.

(Publicado en la "Columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)

06 noviembre 2009

Para los amigos de Colonia y Carmelo


En las dos horas siguientes de subido el post anterior, amigos uruguayos me hicieron llegar vía mail su "enojo" por no haber dicho nada de Colonia del Sacramento y de Carmelo. Ocurre que muchas veces, como sobre Montevideo, escribí tanto acerca de esas ciudades que casi ni lo recuerdo. Casualmente estoy intentando un texto de ficción que tiene por escenario una estancia de Colonia. De cualquier manera, hace unos meses publiqué lo que sigue en Clarín Viajes. No se pongan celosos, che.

"Unos pocos momentos alcanzan para entender que en Colonia el paso del tiempo le hace un esquive a la lógica. El silencio impresiona y en la Calle de los Suspiros, donde hace dos siglos los navegantes iban a buscar amores rápidos, se siente una ráfaga de viento que llega del río, agita la vegetación y erosiona las tejas de color terracota. En todo sentido, Colonia del Sacramento tiene una textura diferente. Si existiera la máquina del tiempo soñada por Herbert Wells, cabe imaginar que esta ciudad no sería muy diferente que en sus años de mayor esplendor, allá por los finales del siglo XVIII..." (el texto completo aquí)

05 noviembre 2009

Montevideo a la medida del hombre



Por  Humberto Acciarressi

Curiosamente, los uruguayos -con una de las tasas de emigración más grandes del mundo en relación a su población- han tenido siempre la vista puesta del otro lado del río, en la capital argentina (el propio Onetti decía que su Santa María imaginaria tenía un 25% de Buenos Aires, e infinidad de artistas llegaron a consagrarse a nuestro país desde antes y después de Pedro Fígari). Y decimos curiosamente porque los porteños sentimos por Montevideo una fascinación que puede ser de diferente cuño, pero que no es menor. Más allá de rivalidades futbolísticas, hay entre las dos ciudades más cercanías que otredades, más imaginarios compartidos que diferencias imaginadas.

En ese marco, Montevideo es para los argentinos, en especial los porteños, el sitio ideal en donde seguir siendo uno, pero sin el estrés de la ciudad de Buenos Aires. El casco viejo de la capital uruguaya, la rambla que viborea sin poner obstáculos entre el río y los edificios, ese tono sin estridencias que no desentona con el andar cansino de sus habitantes siempre amables, y colectivos que se deslizan cordialmente por las calles, ya que los choferes que se apuran reciben multas. Una ciudad con todas las letras, apenas del otro lado del río, pero hecha a la medida del hombre. Sus habitantes, es cierto, no sienten lo mismo, o no lo perciben como quienes visitan la ciudad o como quién retorna del bullicio de Buenos Aires. Y por eso muchos se van, pero eso es motivo para otro tipo de reflexiones.

Ciudad en la que conviven los mitos del pasado y los que va urdiendo el presente, Montevideo se parece mucho a su Feria de Tristán Narvaja, en la que todos los fines de semana se codean viejos discos de pasta con electrónicos de última generación, revistas inhallables con loros parlanchines y tortugas tan indiferentes como prehistóricas. La capital del Uruguay es una especie de puerta a un mundo paralelo pero menos hostil. Aquel que quiera trajín y ruido, que elija otro destino. Montevideo, por suerte, ofrece todo lo contrario.

(Publicado en "Próximo destino")

04 noviembre 2009

El secreto de sus ojos antes fue pregunta


Por Humberto Acciarressi

"El secreto de sus ojos", el film de Campanella que ya ha superado los dos millones de espectadores y nos representará en los premios Oscar y Goya, opaca un dato anterior a tan auspicioso acontecimiento del siempre tambaleante cine nacional. Nos referimos al libro en el que está inspirado, "La pregunta de sus ojos", de Eduardo Sacheri, una gran novela publicada en el 2005 por Galerna y naturalmente reeditada ahora, aunque por Alfaguara. El autor, que sigue sin ser conocido por el gran público, tenía por antecedentes los cuentos de "Esperándolo a Tito", "Te conozco Mendizabal" y algunos más, y ni se imaginaba lo que se le vendría encima. Sacheri, que mientras se escribe esta columna ni figura en la wikipedia -es decir, el sitio que consigna hasta al perro de Susana Giménez-, comenzó a escribir a mediados de los 90. Antes trabajó en un juzgado y ni soñaba con ser escritor.


El libro cuenta las perplejidades, el entusiasmo y el derrotero de un judicial jubilado, pero obsesionado por un antiguo caso policial; un triller ambientado en el cruce de los años 60 y 70. Sacheri no padeció los sinsabores de otros autores cuyos libros han sido llevados a la pantalla grande, por una sencilla razón: fue el propio guionista de la taquillera película. Las diferencias que puedan existir entre el libro y el film, entonces, fueron aceptadas e incluso decididas por él, aunque en tires y aflojes con Campanella. Pero más allá de eso, pues es el sentido de estas líneas, sería aconsejable que quienes disfrutaron de la película se aboquen a la novela que la inspiró. Sería justo y, sobre todo, una grata actividad para los amantes de la lectura.

(Publicado en la "Columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)