05 noviembre 2008

Vida y obra de un desdichado

Por Humberto Acciarressi

Igual que siete ciudades de la antigua Grecia se disputan la cuna de Homero, siete metrópolis españolas reñían por la de Cervantes hasta que Vicente de Ríos demostró, en el siglo XVIII, que el autor del Quijote había nacido en Alcalá de Henares, durante los primeros días del mes de octubre de 1547. Su ascendencia, perdida en una montaña de papeles, consigna que su padre era un simple "sangrador", barbero en los ratos libres, sordo, y, para colmo de males, pobre. Como comienzo no fue demasiado bueno el de Cervantes.

De los años de la infancia se sabe poco y nada, no cursó la universidad y era un lector empedernido. A los 22 años viajó al Vaticano, donde le enseñó español al cardenal Acquaviva, protector de artistas. Caminó las calles de Italia y frecuentó las lecturas de Tasso, Ariosto, Castiglioni, Boyardo y otros. En 1570, poco después de su aventura italiana, vistió el uniforme de los tercios españoles bajo las órdenes de Diego de Urbina - un poema de Borges lleva por título precisamente "Un soldado de Urbina" - y de Ponce de León.

En esos menesteres lo encontró el 15 de octubre de 1871. Cervantes, a bordo de la galera "Marquesa" combatió al ejército de Selim II en el golfo de Lepanto. Las naves vaticanas, venecianas y españolas triunfaron, pero Cervantes salió del combate con un brazo inútil. Más tarde, en "El viaje del Parnaso", él mismo escribió: "Bien sé que en la naval, dura palestra, perdiste el movimiento de la mano izquierda para gloria de la diestra". Participó en otras batallas; se embarcó con su hermano; y fue tomado prisionero por los berberiscos, que lo arrastraron descalzo, harapiento y mal comido por las calles de Argel. Pasó un lustro de infierno carcelario.

Cuando volvió de Argel, en Madrid se hablaba de Lope de Vega -crítico feroz de Cervantes-, Tirso de Molina y Luis de Góngora. El ex soldado y ex cautivo comenzó a redactar "La galatea", que tuvo cierto eco en ámbitos literarios. En diciembre de 1584, después de haber sido traicionado por el amor de su vida - madre de su única hija- el escritor se casó con Catalina de Palacios Salazar y Vozmediano.

Aunque varias obras suyas fueron representadas por esa época, para subsistir tuvo que trabajar como recaudador de impuestos, el oficio más odiado de entonces (y de siempre). Perdió amigos y ganó enemigos. Hasta que un día de enero de 1605, Cervantes hojeó la primera galerada de un libro que había dado a la imprenta, dedicado al Duque de Bejar. Y allí leyó sin corregir: "En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme..."