08 diciembre 2007

El triste día en que mataron a Lennon


Por Humberto Acciarressi

El 8 de diciembre de 1980 fue un día especial, de esas jornadas que dividen la vida de una persona en un antes y un después. Las primeras noticias, confusas, mencionaban que habían matado a... Jack Lemmon. Hubiera sido trágico, por cierto, pero no un hito, más allá de su condición de comediante excepcional. Al poco rato, los cables aclaraban: "Mataron a John Lennon". El autor de estas líneas aún guarda el de la agencia AP con el primer anuncio oficial (aclaración para jóvenes periodistas: era de papel, sedoso, en tiras que eran una chorrera de largo y con el tiempo las letras le desaparecían como por arte de magia. Los picadores de cables le cambiaban el "hoy" por el "ayer" con tachaduras que en la actualidad, con internet, ya no existen).

El "Mataron a Lennon" fue un mazazo tan irracional como inesperado.La irrupción de lo desconocido en un mundo de rutinarias convenciones. Si Mark Chapman quiso dar un golpe que conmoviera de verdad, tuvo más éxito que el propio Oswald.Un presidente es siempre un blanco más previsible que un músico de rock, sobre todo si ese artista había sido un Beatle, terminaba de grabar su último disco "Doble fantasía" y había dado, en los días previos, un reportaje -el mejor que le hicieron en toda su vida, el de la revista Playboy- en el que desmenuzaba cada uno de los temas de su carrera, y el papel que en cada uno le había correspondido a Paul, Ringo y George.

De su música, sus letras, de esa voz conmovedoramente quebrada, ligeramente grave, de sus campañas por la paz, por la liberación de la mujer, por el arte, de sus explosivas declaraciones, se ha escrito tanto que casi no se puede añadir más nada, aunque nunca se deben apresurar conclusiones. El falso River-Boca entre Lennon y McCartney fue casi tan ridículo como el de los Beatles y los Rolling Stones (los integrantes de ambas bandas se emborrachaban juntos y se admiraban mutuamente (ver tapa de Sargento Pepper’s y declaraciones de todos los miembros, vivos y muertos).

Lo realmente terrible, lo que fue una línea divisoria entre el antes y el después de los balazos en la puerta del edificio Dakota de Nueva York, fue el tipo de muerte y en el momento en que ocurrió. Al día de hoy, los caídos del rock ya pueden llenar un cementerio, desde los pioneros solistas, pasando por las primeras bandas, las superbandas, los cantantes solitarios al estilo Janis Joplin o las autoinmolaciones marca Kurt Cobain o Hutchence. La de Lennon fue diferente y la única de la que se ocuparon, incluso, escritores como García Márquez. Es así por varias razones, pero especialmente porque cada uno tiene la suya, propia e intransferible.

(Publicado en La Razón, de Buenos Aires)