11 octubre 2006

Alberto Laiseca: los bigotes de un escritor de culto


Por Humberto Acciarressi

Con sus mostachos abundantes, el cuerpo algo encorvado, el tono pausado y profundo de su voz, en la España de Cervantes lo habrían confundido con un Quijote citadino, en la Francia de Alejandro Dumas con un mosquetero de D´Artagnan, y en la Inglaterra de Walter Raleigh con uno de esos bucaneros que asolaban las costas con entusiasmo. Pero Alberto Laiseca nació hace 60 años y pico en Rosario y las historias de esos célebres espadachines y piratas las consumió en libros que hoy nadie lee. En La Razón de los 80, alternaba su trabajo como corrector con la escritura, casi secreta, de una obra que los años instalarían entre las más singulares de estos pagos. Aunque ya había publicado "Su turno para morir", "Matando enanos a garrotazos" y "Aventuras de un novelista atonal", pocos sabían que en un ajado y engordado maletín negro llevaba los originales de "Los Sorias", cuyos capítulos daba a leer a ciertos compinches (el autor de estas líneas, entonces encargado del suplemento literario y mucho más joven que él, fue uno de ellos, lo que habla de su generosidad). Deberían pasar casi 16 años - y una decena de libros - antes que esa novela tuviera el beneficio de la imprenta.

Cuando "Los Sorias" fue editada en 1998 - apenas 300 ejemplares, lo que tira por la borda la pretensión de miles de personas que aseguran haberla leído -, Ricardo Piglia fue contundente: "Es la mejor novela escrita en la Argentina desde "Los siete locos", de Roberto Arlt. Ahora, ese libro con aspiraciones de infinitud que consta de 1350 páginas, circula por las librerías gracias a Gárgola. Y este hecho lo encuentra a Laiseca con actividades paralelas, como leer cuentos de horror de autores tan dispares como Lovecraft y Manucho Mujica Lainez, Giovani Verga y Lafcadio Hearn, en un micro de canal de cable . Laiseca sabe que ser un escritor de culto tiene sus pro y sus contra. "Entre las ventajas de ser un long-seller figura la que uno puede presumir que una vez muerto se lo seguirá leyendo. Como desventaja, el dato ineludible que la venta es lenta", dice saboreando el humo del cigarrillo.

El autor de "Poemas chinos" no usa computadora. "Tengo una vieja máquina Cónsul. La novela, especialmente el realismo delirante que hago, necesita del papel. La computadora es un invento del Príncipe de las Tinieblas. Si no hay una cultura previa, si antes no leíste muchos libros, Internet no sirve para nada. Me gusta la televisión, pero estoy preparado por esas lecturas. Un gran problema actual es que la gente cree que un libro no le cambia la vida". ¿Y qué hacemos ante un panorama tan apocalíptico, Alberto?, preguntamos. "Lo que se pueda - conjetura Laiseca -, aunque tengo la sensación de que todo resultará poco. En cualquier caso, seguir creando. Yo escribo para los demás, en una isla desierta no lo haría. No creo en esas giladas. Tampoco puedo permitirme aflojadas, porque el nihilismo es una traición al ser". Y en esos trámites de la creación, Laiseca adelanta que ya está abordando otra obra monumental, que se titulará: "Sí, soy mala poeta, pero...". Y para concluir sostiene que "igual no hay que preocuparse demasiado, porque la imaginación triunfará aunque nada autorice a sospecharlo". Y si él lo dice, no hay razones para no creerle.


(Publicado en "La Razón" de Buenos Aires)